martes, 30 de octubre de 2007

Documentales musicales: delicia para fans… y antropólogos

Siempre me han gustado los documentales. De niña, en tiempos sin DirecTV ni Discovery Channel, recuerdo haber tenido que cazarlos en el antiguo Canal 5 de Venezuela: de animales, de lugares, de músicos…

Ya adulta, pero en momentos de crisis económica, hasta hubo que dejarlos grabando en alguna casa bien dotada, para luego disfrutarlos en formato maratón, un sábado en un humilde televisor sin cable, pero con VHS y muy buena compañía.

Después llegó Internet y para acá no olvidé traer, por ejemplo, las primeras temporadas del Reino del Suricato, sin doblaje por favor.

El gran descubrimiento en documentales musicales fue la serie de historia del Jazz de Ken Burns, un grupo de alrededor de 10 DVD con el mejor relato musical que he visto.

Imágenes históricas, análisis y testimonios de protagonistas son transmitidos con un certero hilo conductor que, sin temer sumergirnos en profundidades, nunca pierde ligereza ni amenidad.


La película no se preocupa tanto de las superficialidades biográficas de las estrellas, sino que se centra en el análisis sociológico y cultural del fenómeno, sin olvidar desentrañar con agudeza cuáles fueron las reales innovaciones y aportes musicales de cada quien.

Aunque los hiperespecialistas tienen sus críticas, resulta maravilloso y absolutamente clarificante escuchar a Wynton Marsalis explicar cómo Louis Armstrong cambió totalmente el fraseo y la forma de tocar la trompeta y entonces ver y hasta casi palpar la diferencia, al oír sonidos tan distintos salir de sus labios e instrumento, en una pequeña demostración.

Todo un lujo es tener un intérprete y músico de su calaña, como profesor privado en casa. Pero también es un poco triste ver estas maravillas en la pequeña pantalla del televisor.

En Venezuela sólo a finales de los ochenta se dieron algunos festivales de documentales, cuando el presidente de la Fundación Nuevas Bandas, Félix Allueva, comandaba la programación del Celarg.

Gratísima sorpresa fue encontrarme al llegar a Barcelona que comenzaba el Festival Internacional de Cine Documental Musical In-Edit Beefeater, proyectando 50 films en dos salas muy cercanas a casa.

Con cinco ediciones, lo que comenzó casi como una reunión de amigos en un teatro de barrio, ha cobrado importancia internacional, con raíces en Madrid, Valencia y Santiago de Chile.

In-Edit Beefeater

Documentales en concurso y proyecciones especiales conforman una abultada programación, para repasar la historia y actualidad del rock, pop y otros géneros en el mundo. He aquí algunos títulos interesantes:

New Orleans music in exile (EEUU, 2006): Qué ha pasado con los músicos y vida cultural de esta ciudad luego del Huracán Katrina. Dr. John, Irma Thomas, Cyril Neville y otros músicos cuentan de la supervivencia sonora.




George Clinton: Tales of Dr. Funkestein (UK, 2006): Repaso de la desaforada vida del líder de Parliament y Funkadelic, sin cuyos sonidos no existiría el funk, pero quizá tampoco el hip hop.





The U.S. Vs. John Lennon (EEUU, 2006): Según cuenta el broshure (la proyección es hoy), el film documenta la guerra desigual entre el FBI-Nixon y el Lennon más politizado de los años 70.





Old Man Bebo (España, 2007): Proyectada en la inauguración, retrata la vida del octogenario músico cubano Bebo Valdés, de estrella en los cincuenta a anónimo pianista exiliado, para culminar en su resurrección durante los Grammys en el 2000.

La programación es, pues, extensa y variada (se puede revisar en: http://www.in-edit-beefeater.es/ ). Y en las largas filas en las puertas de los cines también se puede ver de todo, desde los fanáticos de Oasis, grupetes de punk, hasta turistas, recién llegados y seres solitarios con franca pinta de sociólogos o antropólogos.

Que vivan las ciudades con amplitud de opciones para cada quien… aunque un loco en el metro pretenda probar a patadas lo contrario.

El regreso… del otro lado del río: la cata continúa desde Barcelona

Bueno, terminado el desembalaje y comprados los abrigos; ubicadas las direcciones y desentrañada la red de metro, más allá de centro turístico; completados los trámites burocráticos y controlado el aprovisionamiento de abarrotes; la cata continua, pero ahora “del otro lado del río” o del mar: desde Barcelona.

El primer fin de semana tuvo como premio la visita al bizarro, delicioso y queridísimo Park Güell. De uno de sus miradores llega esta panorámica de la ciudad.

El drak goza de buena salud, con su nariz completa, pasados ya varios meses del ultraje por parte de unos “jóvenes de estética punk” que lo dejaron chingo. Supongo ahora olfatea muy bien a quien pase por allí, por si tiene que cobrar vida y escupir fuego a algún vándalo.

La cata continuará desde aquí. Degustaremos lugares, libros, pelis, sonidos y demás detalles vitales de Barcelona, Venezuela y otros lados del mundo.