sábado, 27 de septiembre de 2008

Vaso Roto: hibridación y particularidad

“It is simple, you see. You play. Which means you play without being played”.
(Yambo Ouologuem, Bound to violence).

Quizá lo mejor de vivir en Barcelona sea tener acceso a productos culturales que ni en tiempos de la Venezuela Saudita –sea la primera versión de Carlos Andrés Pérez, o el deja vu chavista de los últimos años- pudimos tener.

Curiosa e irónicamente, algunos de los libros que hoy son imposibles de encontrar en Venezuela –a causa de las limitaciones en la importación, producto del control cambiario- cumplen bastante mejor con los intereses de independencia y creación de voz propia que se aluden y diluyen en los discursos políticos.

El libro Vaso Roto (2005) del escritor congolés Alain Mabanckou nos llamó la atención inicialmente por una contemporaneidad en la forma: un discurso que simula oralidad mediante el uso de párrafos largos, ausencia de puntos, pausas hechas sólo por comas, narración en aparente desorden, profusa intertextualidad.

Pero lo mejor fue comprobar que la forma estaba directamente relacionada con el contenido y con la conformación de una voz híbrida que, aunque puede alimentarse de elementos del exterior –bien de un pasado colonial, o de las fuerzas globalizadoras-, éstos se retuercen y se reapropian fusionándolos con otros elementos y lecturas locales, para convertirlos en un instrumento de identidad y reterritorialización.

En lugar de mostrar historias políticamente correctas que pudieran colaborar en la creación de un concepto de estado-nación, o versiones edulcoradas y exóticas del África, el libro se compromete en mostrar los avatares tragicómicos de seres marginales –y marginados– asiduos clientes de un mugriento bar congolés.

Y es en este retrato disparatado y fuertemente cargado de humor que el autor apuesta por mostrar personajes minúsculos, no contemplados por la historia oficial, quizá los que la crítica postcolonial ha llamado subalternos.

Como amparado bajo la máxima de “describe a tu pueblo y describirás el mundo”, Mabanckou da una mirada distinta a la heterogénea y compleja África, cuyas inquietudes y pesares no resultan demasiado alejados a los vividos en otras partes del llamado Tercer Mundo.

Al inicio de la novela, cuando Vaso Roto –el personaje narrador– cuenta de la creación del bar “Crédito se fue de viaje” y su lucha por mantenerse en pie, Mabanckou ya dibuja el marco híbrido y complejo de estas historias, donde conviven estructuras políticas, económicas e ideológicas dejadas por Occidente, con elementos tradicionales, así como con las promesas no cumplidas de la modernidad y la independencia, ambos convertidos en una especie de broma nacional, donde “el ministro acusa, el presidente comprende”, pero nadie se hace responsable.

Play without being played o la aceptación de lo híbrido

Hoy día resultaría ridículo buscar reivindicaciones, tratando de volver a un sujeto puro, anterior a la colonización, que encarne una supuesta civilización no contaminada por el “imperio” o por las fuerzas globalizadoras.

Mabanckou, en lugar de asumir el postcolonialismo como una resistencia por conservar lo que se cree hubo, o a la recuperación nostálgica de un comienzo sin desencuentros, ilustra precisamente a un sujeto híbrido y discontinuo, a veces integrado, pero también en conflicto.

Escritor reconocido con diferentes menciones y ganador de la beca más prestigiosa de Humanidades de la Universidad de Princeton, Mabanckou reside en Estados Unidos, donde es profesor de literatura en la Universidad de California. Ciertamente no es un sujeto subalterno, pero su texto, más que mostrar una historia para-oficial realista, intenta burlarse, ironizar ante la imposibilidad de hacerlo y ante los discursos de quienes se creen capaz de escribirla.

No niega la colonización, la asume y se apropia de las herramientas del colonizador, de su lenguaje, de sus códigos y, especialmente, de su literatura, para darle un nuevo sentido. La literatura –dentro y fuera de la trama- toma importancia como una forma de documentar la historia y de comprenderla. No es gratuito que a una vendedora de comida la llame la Cantante Calva, o que el dueño del otro bar sea el Lobo Estepario, o que a una prostituta vieja se la conozca como Alicia “porque para las maravillas, hay que dirigirse a mí”.

Pero ello no puede interpretarse como alienación simbólica, sino como su denuncia en parodia, así como la aceptación de que esos códigos existen y que, muy probablemente, forman parte de su identidad.

Apropiándose del lenguaje, la simbología y los íconos de occidente, Mabanckou muestra así, no una África inocente y vulnerable ante las imposiciones simbólicas, exótica pero también subestimada, sino una África híbrida y compleja, quizá más cercana a lo que exponía Néstor García Canclini en su libro Culturas Híbridas.

No se trata, pues, de asumir la cultura como un sistema preexistente y compacto, con inercias que el populismo celebra y la buena voluntar etnográfica admira por su resistencia, sino de prestar atención a las mezclas y los malentendidos que vinculan a los grupos. Se trata de ver como cada grupo se apropia de y reinterpreta los productos materiales y simbólicos, como cada quien puede abastecerse de los distintos repertorios culturales.

Como establecía García Canclini, la primera condición para distinguir las oportunidades y los límites de la hibridación es no hacer del arte y la cultura recursos para el realismo mágico de la comprensión universal. Se trata, más bien, de colocarlos en el campo inestable, conflictivo, de la traducción y la traición. Las búsquedas artísticas son clave en esta tarea si logran a la vez ser lenguaje y ser vértigo; si logran, como Vaso Roto, nombrar también lo que no se puede o no se deja hibridar.