miércoles, 31 de enero de 2007

Aúlla si amas City Ligths

Chaplin prefirió seguir callado en lo que fue su adiós al cine mudo: City Lights. Pero la peculiar librería y casa editorial de San Francisco lo que pide es que aúlles.

En las guías de viaje la presentan como: “librería y editorial independiente, icono de San Francisco y del movimiento beat”. Y ella misma se define: “Co-founded by poet/painter Lawrence Ferlinghetti, City Lights is a landmark independent bookstore and publisher that specializes in world literature, the arts, and progressive politics”.

Pero al toparme con ella de improviso, en una de esas típicas colinas de North Beach, por lo primero que llamó mi atención fue por estar abierta a las 10:30 de la noche, un 31 de diciembre.

Sí, generalmente no cierra sino hasta medianoche, así que al terminar una espléndida cena de fin de año en el restaurante Rose Pistolas –digno de otra entrada- y disponerme a caminar hacia Embarcadero, para la cuenta regresiva y los fuegos artificiales, el gran descubrimiento fue verla abierta.

No es elegante. No parece una superlibrería con espacios para cuenta cuentos y espectáculos infantiles, y esos módulos computarizados para la búsqueda de títulos, tan prácticos aunque también un tanto patéticos de las grandes cadenas de hoy.

Está abierta desde 1953, pero tampoco luce exactamente como las viejas librerías llenas de polvo y repletas de libros, cuyas mejores joyas sólo las pueden ubicar unos libreros encorvados, canosos y medio cascarrabias, hasta que uno se gana su confianza y su saber.

Por todos los pasillos se ven mensajes. No son rótulos ostentosos o impresos en materiales finos, sino pequeñas cartulinas escritas con marcadores y pegadas improvisadamente en la pared o en los estantes. “Do not over look me”, dice alguno, y definitivamente no es un lugar para miradas rasantes.

Más allá de una sala de lectura o un café, por todos lados hay sillas de distintos modelos y épocas, dispuestas como para que sea demasiado difícil sortearlas y no quede más remedio que seguir las instrucciones: “siéntese y lea un libro”.

Los libreros, con menos canas y más desaliño, sí dan buenas recomendaciones y ubican cualquier cosa en ese aparente caos. Además, muestran siempre ese sentido del humor un tanto cínico pero cargado de tolerancia, tan característico de San Francisco. Bien hacen honor al antiautoritarismo legado por la generación beat, así como a su propia historia contra el conservadurismo y la censura.

Desde que en 1955 Ferlinghetti –su fundador- reconoció en Allen Ginsberg la “gran nueva voz en la poesía americana”, publicó su manuscrito Howl and other poems (Aullido y otros poemas), y tuvo que defenderlo en la corte, en uno de los casos más célebres entre los defensores de la primera enmienda; la editorial ha sido la gran promotora y defensora de voces irreverentes.

Quizá ya no tenga que ir a juicio, pero a sus ediciones no les hace falta el escándalo para despertar interés. Publica anualmente docenas de libros de poesía, prosa, ficción y no ficción, autores locales e internacionales.

Tiene muchas ediciones de bolsillo y curiosidades hermosas como una selección de poemas de Julio Cortázar en español e inglés, u otra que contrapone versos de Walt Whitman y Federico García Lorca.

A los beatniks dedica un piso exclusivo, donde uno seguro se encuentra personajes interesantes. Quizá alguna vez a un escritor. Siempre a gente genuina o falsamente intensa, la gracia está describir cuál de las dos.

2 comentarios:

Jesús Nieves Montero dijo...

aullamos...

recordamos hector mann, el cómico de cine mudo que paul auster recrea en el libro de las ilusiones...

y el viejo arte perdido en venezuela del librero que no sólo se sabe los textos de las contraportadas de los libros, sino que los ha leído, sabe su contexto, conoce la biografía del autor y cuida los libros, desde el más humilde pocket hasta el hard cover más refinado, como si fueran vinos de cosechas irrepetibles...

salud, su!

j.

martis dijo...

Interesante crónica, dan ganas de adentrarse en la librería y explorarla toda y tal cual, sentarse y leer un libro.
Sigue aullando también.
Saludos