lunes, 7 de mayo de 2007

Catando nuevos narradores: Jesús Nieves Montero

Foto: Joaquín Ferrer

Jesús Nieves Montero (1977)
En librerías: De la urbe para el orbe (Antología de Alfa), Juegos de amor / Juegos de memoria (Pegaso Ediciones / Comala), Juegos de perdón (Comala), Últimos juegos (Comala).
En Internet: Vivir es cuestión de método
Reconocimientos: Mención especial Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores; Segundo lugar del Premio Latinoamericano de Literatura Joven Dupont-M.E.E.T; Primer lugar en el Premio Internacional de Narrativa de The Cove / Rincón y Pegaso Ediciones.

-¿Consideras que actualmente existe en realidad una propuesta diferenciada de nuevas voces narrativas?
-Yo diría que puede que la haya, y también hay un interés renovado en saber quiénes son estas personas y qué escriben. Pero no me parece que haya algo inherentemente nuevo porque esos entusiasmos espasmódicos son parte de nuestra cultura. Esto me recuerda aquella frase que utilizaba la profesora del IESA, Janeth Kelly, para hablar de la cultura del operativo: al venezolano no le gusta seguir un cauce normal, sino que en una jornada maratónica, seguramente con mucha cola y sol, uno haga su trámite. Siento que las que han sido nuestras "nuevas narrativas" han tenido su operativo en algún momento y hay como embriaguez de nuevos narradores. Esperemos que esta vez trascendamos el operativo.

-Si es así, ¿qué distingue a estas nuevas voces?
-Me dolió mucho escuchar a Sergio Pitol, durante un taller de novela organizado por la Fundación Atempo en el año 2001, decir que lo que recordaba de los escritores venezolanos de una experiencia en 1985, en un taller con escritores de toda Latinoamérica, era que eran de lecturas pobres; que habían leído poco la gran tradición de lengua castellana, cambiándola por malas traducciones de autores sajones. Había escritores consagrados en esa sala y nadie replicó.

Siento que los escritores hoy tenemos un nivel de lectura particularmente bueno para nuestras edades y, sobre todo, un respecto por la tradición literaria. No digo que otras generaciones no hayan tenido grandes escritores/lectores sino que siento de los últimos años esta camada destaca. Tú ves a Rodrigo Blanco Calderón y, según me parece, puedes poner en duda cualquier cosa de su obra, te puede gustar o no gustar, pero sería mentiroso o muy mezquino si le niegas su sólida formación literaria.

-En tu caso particular, ¿cuáles son tus búsquedas, tus estéticas? ¿Cómo podrías definir o caracterizar tu obra?
-Desde mi segundo libro de relatos, Juegos de perdón, hay una vocación por conectar con lo humano, mientras dejo de lado, me voy deslastrando de malabarismos. Pocas veces me interesan personajes por sí mismos, me interesa el vínculo que los une al mundo, a los referentes que tiene. Como mejor dijo Kundera, la ficción para mí o, más específicamente el personaje, es un ego experimental que ofrece una manera diferente de explorar la realidad. Como es embarazoso lo de definir mi obra y, como dice Guillermo Carrasco, hablar sobre lo propio es como desnudarse, resumiré diciendo que mis libros y todo lo que escribo es un pequeño laboratorio portátil de humanidad y lenguaje.

-¿Cuáles crees son las principales barreras para desarrollarse como escritor?
-No ayuda mucha el desprestigio social que tiene la profesión de escritor. En otros países que he visitado, siento que el escritor no será el máximo exponente de la genética, pero, como dice una canción de Fito (Páez), es una profesión con garbo, con swing, con charm. La gente sabe que el escritor es candidato a enloquecer o morir de hambre, pero le tiene cierto respeto. Acá eso es raro.
La falta de sistematización en la formación tampoco ayuda. Uno tiene que ir concatenando con talleres, cátedras en escuelas de letras, tertulias y libros.

También afecta la falta de estímulo económico a través de asignaciones transparentes y no con base en coyunturas políticas o modas estéticas impuestas por el gurú de moda. Rodolfo Izaguirre le dijo una vez a Milagros Socorro que todo lo que uno hace tiene un país, una nación detrás. Sinceramente, yo considero que esa unidad de nación se ha perdido y ahora el escritor debe resistir la tentación del pesimismo o del optimismo, cual reina de carnaval reivindicada por algún azar político y no olvidarse de la escritura.

-¿Crees que las editoriales están abiertas a las nuevas voces?
-Se comienzan a ver esfuerzos, pero nos falta una enormidad. Además, pese a que sólo puedo hablar por mí mismo, yo no creo que las nuevas voces queramos, por ser nuevos, un chorro de tinta, unas bobinas de papel, cola e hilo para encuadernar y plastificado gratis, queremos ganarlo. Como dijo Roberto Arlt, siempre he creído que "el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo".

-¿Y la crítica?
-Se hacen esfuerzos aunque, pese a sonar posiblemente arbitrario, considero que hay cierta injusticia en este apartado. Hay pocas oportunidades de publicar y cuando sale un libro es simplemente descuartizado o ignorado por no ajustarse a determinado canon. Vamos a abrir espacios no sólo de lecturas, como la Semana de la Nueva Narrativa Urbana, sino de debate, de comentario. No los consagrados hablando sobre nosotros, ni nosotros hablando sobre nosotros, entre nosotros mismos, sino todos juntos analizando lo que pasa. Estimulemos que en los suplementos literarios haya espacios para estas nuevas propuestas. No comentemos sólo el libro del amigo más cercano, con el que se pasan buenos ratos tomando cerveza.

-Las editoriales últimamente han publicado muchas obras venezolanas, pero dedicadas a ensayos y grandes reportajes ¿Crees que hay posibilidades para el autor de ficción?
-Sin duda la coyuntura política ha abierto campo para estas publicaciones, y surgen apéndices como la novela Me enamoré de una chavista, que es ficción, pero es imposible desligarla de esta movida coyuntural. Claro, los números de la ficción, en términos de venta, suelen ser bajos como norma general. Pero aquí es donde uno dice, bueno, ¿el Estado actual defiende el intervencionismo? Intervenga y publique con calidad, sin mirar aprovechamientos políticos de los textos, simpatías; haga el trabajo que no pueden o quieren hacer otras editoriales.

-¿Cuáles serían tus expectativas y necesidades para desarrollarte como escritor?
-En eso soy simple, como dice Vargas Llosa al comienzo de Cartas a un joven novelista, para sentirse escritor basta por comenzar con vivir la vida de escritor, entregar a la literatura, la vida, los pensamientos, las ambiciones, supeditarlos a ella. Entonces, en principio, quiero continuar viviendo mi vida de escritor. Quiero seguir leyendo mucho, escribiendo y enseñando escritura creativa que me ha enseñado muchísimo.

-Recopilaciones de nuevas voces o encuentros como la Semana de la Narrativa a veces unen autores de distintas generaciones, a veces no tan nuevos y muy distintos. ¿Qué consideras positivo y negativo de estas iniciativas? ¿Qué sugerencias harías para mejorarlas?
-Los criterios antológicos son los criterios antológicos. Sin embargo, se perfeccionaría más el esfuerzo si se hicieran más antologías que pudieran agrupar de manera aún más clara a los autores. Así el lector no se compraría un libro genérico de voces nuevas, sino uno de nuevas voces de narrativa erótica o policial, por ejemplo. Pero sin duda es muy meritorio lo que ha hecho la gente de Alfaguara y la gente de Alfadil, junto con el Pen Club y Ficción Breve Venezolana. Aunque uno siempre ambiciona las mejores condiciones posibles para su tribu, tal vez pedirle más a esta gente, justo en este momento, sea hasta desconocer sus logros. Sirva esto sólo como invitación a seguir hasta el siguiente nivel.

-Hablando en términos de acto creativo, ¿cuál crees ha sido tu mayor acierto y tu mayor error?
-Mi mayor error es -y no es propiamente del acto creativo- mantenerme alejado, consciente y metódicamente de los grupos. Me cuesta encajar con gente que habla sólo de literatura. Me apunto con (T.S.) Elliot: con los amigos escritores terminas hablando de las penurias y problemas, mientras con el resto de la gente puedes hablar de arte y belleza. Pero la realidad es que los grupos literarios, muchas veces sin constituirse, sino simplemente en tertulias que se vuelven periódicas, sirve de estímulo tremendo para la actividad creativa y, sobre todo, genera un cierto poder de maniobra, una red de contactos que te puede llevar adonde tú quieres ir. Eso me lo reprocho, pero yo soy así, no puedo tener amigos que aparecen de repente en tu casa porque son tus colegas. No puedo tomar cerveza toda una noche mareando historias. Soy el único científico de mi laboratorio portátil de humanidad y lenguaje.

¿El mejor acierto? Ser terco. Soy un terco de primera y, aunque eso me puede llevar a recibir golpes como una pera de boxeo, al final se disfruta y nadie le quita a uno lo bailado. Se lo entrego a mis alumnos como si le diera el caracter que en la cábala encierra el nombre de dios: súmenle a todo lo que aprendimos, terquedad, rebeldía incluso contra mí, contra sus parejas, contra la razón. Sumen terquedad y, por favor, escriban.

-De qué viven las nuevas voces?
-Ésa es una pregunta interesante en una sociedad donde, realmente, el trabajo intelectual propiamente dicho está mal remunerado. Sé que varios damos clases en áreas directamente relacionadas con la literatura o con algún interés cercano (como el arte). Por otra parte, otros tienen profesiones específicas, a veces alejadas de la escritura. Yo, gracias a Dios, puedo decir que desde hace un par de años vivo netamente de la escritura -que no de la literatura-; la escritura con un sentido más utilitario como artículos para revistas físicas o web, y de la enseñanza de la escritura que me mantiene siempre muy cerca del proceso creativo, aunque no sea yo quien desarrolla estas historias.

-¿En qué estás trabajando actualmente?
-Corrijo una novela escrita hace un par de años, muy enmarcada en algunas de las circunstancias que vivió el país alrededor del año 2002, aunque un tanto alegórico. También desarrollo un proyecto de novela muy caro, muy querido para mí, en la que se reconstruyen por pedacitos, por retazos muy íntimos de un par de familias y un grupo de amigos, unos 20 años de la vida de la Venezuela que viví hasta el referendo revocatorio de 2004.

-¿Cuál crees será el futuro de las nuevas voces?
-Para mí es un asunto de coraje, como lo apuntó Norman Mailer y lo recogió Adriana Villanueva en un artículo muy hermoso que se llama "Cómo espantar a un escritor": el escritor joven necesita mucho coraje para lidiar con el fracaso, con el rechazo, hasta con la página en blanco. Esperemos que logremos tener el coraje de mantenernos, de comprometernos. Hay algo inolvidable para mí de aquellos lunes con Sael Ibañez en el taller de narrativa del Celarg hace 10 años: cuando él repetía que la vocación literaria subyuga y cobra cara la traición. Espero no traicionarla, tener el coraje para no hacerlo.

[Entrevista realizada como parte de mi investigación para el reportaje Venezuela descubre nuevas voces narrativas, publicado en el diario El Mundo el 23 de abril.]

1 comentario:

Jesús Nieves Montero dijo...

nuevamente con agradecimiento cariñoso...

j.