Cuando supe que Producciones Palo de Agua iba montar Jesucristo Superestrella en Caracas no sabía si alegrarme o asustarme ante una muy posible desilusión.
Claramente no podía sonar tan innovadora como en los setenta, cuando en una versión hippie revolucionaria de los últimos días de Jesucristo, mezcló evangelio con temas contemporáneos, al son de música sinfónica, atravesada por rock, soul y gospel.
Mi expectativa no era que me sorprendieran. Lo que me asustaba era que voces venezolanas pudieran superar la magnitud del reto.
La obra creada por los entonces veinteañeros Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, no sólo tiene la complejidad de unir la orquestación sinfónica con la energía de un riff de guitarra eléctrica y voces que se pasean de la lírica al gospel, del soul al rock.
La visión actualizada del evangelio de Jesucristo Superestrella exige también una amplitud de registros y tesituras vocales muy difíciles de conseguir, sobre todo si además debían contar con dotes histriónicas y coreográficas.
Pocas veces en el país se ven espectáculos de tal magnitud y ambición. Y el esfuerzo llevando a escena a un elenco de más de 40 aristas, todos venezolanos y de antecedentes diversos –desde el antiguo rockero Luke Grande, hasta Cayito Aponte, pasando por Karina o figuras emergentes como Johnny Sigal- acompañados de la Orquesta Sinfónica Municipal, tuvo un resultado digno e interesante en su estreno en el Aula Magna de la UCV.
Sin embargo, diluidos los aplausos y el entusiasmo del primer día hay que enfocarse en los detalles, que permitan madurar esfuerzos. Y aquí es imperativo señalar que problemas de sonido y ciertas deficiencias de vestuario enturbiaron la puesta.
El tamaño del reto
A diferencia de otros montajes basados en el texto, como Los Navegaos –la anterior entrega de esta productora-, en Jesucristo… cada carácter debe mostrarse en voz.
La mayoría de los personajes, empezando por Jesús y Judas, ostentan líneas difíciles con escalas extremas e inusuales para revelar sus respectivas personalidades.
Ante tamaño reto, en el estreno hasta el veterano Cayito Aponte sintió sus limitaciones encarnando a un Caifás, de tonos bajos y profundos que -hay que aclarar-, en la lírica venezolana siempre han escaseado.
Luke Grande, aunque tuvo sus momentos mejor logrados, encarnando a un Judas atormentado con energía rockera –como su última aparición, ya redimido a ritmo de soul-, también sucumbió en algunas ocasiones ante lo agudo de varias de sus líneas.
La voz de Johny Sigal, menos conocida, resultó la gran sorpresa: potente y dramática por momentos, o dulce y melodiosa, según lo ameritara su papel. Las complicadas disonancias, cambios de tesituras y agudos extremos de su solo de Getsemaní, sonaron tan solventes, como las acarameladas y reconfortantes melodías –las más cómodas en la partitura- de María Magdalena, interpretada por Karina.
Problemas de sonido y vestuario
Sin embargo, los meritorios esfuerzos interpretativos se vieron trastocados por problemas de sonido, como feedbacks y fallas en micrófonos, graves al tratarse de un musical.
Los actores-cantantes supieron sortear las dificultades sin distraerse y hasta buscando alternativas, como cuando Grande –quizá gracias a su veteranía tocando en bares y lugares con limitaciones de sonido, con su antiguo grupo de rock- levantó el micrófono para controlar el feedback.
Lamentablemente los fallos se hicieron evidentes en las piezas colectivas, impidiendo que las sutilezas del “diálogo” entre la orquesta y el ensamble de voces de los seguidores de Jesús, por ejemplo, pudieran apreciarse plenamente.
En términos de escenografía y vestuario, resultó interesante la puesta minimalista e intemporal donde soldados romanos lucen como agentes antiterrorismo, y el águila romana en las banderas, dan la misma sensación que las esvásticas del Fürer.
Parte del vestuario se notó cuidado al detalle, como el traje afeminado de Herodes, el sencillo pero funcional de Jesús, o los más modernos de Judas, en cuero ladrillo y blanco. No obstante, María Magdalena no convencía como prostituta pobre redimida, en esos ropajes fucsia de odalisca.
Y aunque la idea de actualizar el mercado en el templo,
haciéndolo parecer un nido de buhoneros, podía resultar verosímil, la mercancía de utilería parecía más bien de un sketch de un programa cómico y barato de televisión.
Otra sonrisa fuera de lugar pudiera haber provocado el manejo que los actores hicieron de las armas, cuando uno de los seguidores de Jesús propuso radicalizar la revolución. La forma torpe como las sostenían, sin saber si apuntarse, jugar o apoyarse, le quitó todo dramatismo y credibilidad a la escena.
La obra, pues, tiene sus detalles, algunos más graves que otros. Sin embargo, vale la pena ir a verla. Estará en el Aula Magna de la UCV hasta el domingo 27 de mayo. Y, según me contaron, los problemas de sonido del estreno ya fueron superados. ¡Amén!
Claramente no podía sonar tan innovadora como en los setenta, cuando en una versión hippie revolucionaria de los últimos días de Jesucristo, mezcló evangelio con temas contemporáneos, al son de música sinfónica, atravesada por rock, soul y gospel.
Mi expectativa no era que me sorprendieran. Lo que me asustaba era que voces venezolanas pudieran superar la magnitud del reto.
La obra creada por los entonces veinteañeros Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, no sólo tiene la complejidad de unir la orquestación sinfónica con la energía de un riff de guitarra eléctrica y voces que se pasean de la lírica al gospel, del soul al rock.
La visión actualizada del evangelio de Jesucristo Superestrella exige también una amplitud de registros y tesituras vocales muy difíciles de conseguir, sobre todo si además debían contar con dotes histriónicas y coreográficas.
Pocas veces en el país se ven espectáculos de tal magnitud y ambición. Y el esfuerzo llevando a escena a un elenco de más de 40 aristas, todos venezolanos y de antecedentes diversos –desde el antiguo rockero Luke Grande, hasta Cayito Aponte, pasando por Karina o figuras emergentes como Johnny Sigal- acompañados de la Orquesta Sinfónica Municipal, tuvo un resultado digno e interesante en su estreno en el Aula Magna de la UCV.
Sin embargo, diluidos los aplausos y el entusiasmo del primer día hay que enfocarse en los detalles, que permitan madurar esfuerzos. Y aquí es imperativo señalar que problemas de sonido y ciertas deficiencias de vestuario enturbiaron la puesta.
El tamaño del reto
A diferencia de otros montajes basados en el texto, como Los Navegaos –la anterior entrega de esta productora-, en Jesucristo… cada carácter debe mostrarse en voz.
La mayoría de los personajes, empezando por Jesús y Judas, ostentan líneas difíciles con escalas extremas e inusuales para revelar sus respectivas personalidades.
Ante tamaño reto, en el estreno hasta el veterano Cayito Aponte sintió sus limitaciones encarnando a un Caifás, de tonos bajos y profundos que -hay que aclarar-, en la lírica venezolana siempre han escaseado.
Luke Grande, aunque tuvo sus momentos mejor logrados, encarnando a un Judas atormentado con energía rockera –como su última aparición, ya redimido a ritmo de soul-, también sucumbió en algunas ocasiones ante lo agudo de varias de sus líneas.
La voz de Johny Sigal, menos conocida, resultó la gran sorpresa: potente y dramática por momentos, o dulce y melodiosa, según lo ameritara su papel. Las complicadas disonancias, cambios de tesituras y agudos extremos de su solo de Getsemaní, sonaron tan solventes, como las acarameladas y reconfortantes melodías –las más cómodas en la partitura- de María Magdalena, interpretada por Karina.
Problemas de sonido y vestuario
Sin embargo, los meritorios esfuerzos interpretativos se vieron trastocados por problemas de sonido, como feedbacks y fallas en micrófonos, graves al tratarse de un musical.
Los actores-cantantes supieron sortear las dificultades sin distraerse y hasta buscando alternativas, como cuando Grande –quizá gracias a su veteranía tocando en bares y lugares con limitaciones de sonido, con su antiguo grupo de rock- levantó el micrófono para controlar el feedback.
Lamentablemente los fallos se hicieron evidentes en las piezas colectivas, impidiendo que las sutilezas del “diálogo” entre la orquesta y el ensamble de voces de los seguidores de Jesús, por ejemplo, pudieran apreciarse plenamente.
En términos de escenografía y vestuario, resultó interesante la puesta minimalista e intemporal donde soldados romanos lucen como agentes antiterrorismo, y el águila romana en las banderas, dan la misma sensación que las esvásticas del Fürer.
Parte del vestuario se notó cuidado al detalle, como el traje afeminado de Herodes, el sencillo pero funcional de Jesús, o los más modernos de Judas, en cuero ladrillo y blanco. No obstante, María Magdalena no convencía como prostituta pobre redimida, en esos ropajes fucsia de odalisca.
Y aunque la idea de actualizar el mercado en el templo,
haciéndolo parecer un nido de buhoneros, podía resultar verosímil, la mercancía de utilería parecía más bien de un sketch de un programa cómico y barato de televisión.
Otra sonrisa fuera de lugar pudiera haber provocado el manejo que los actores hicieron de las armas, cuando uno de los seguidores de Jesús propuso radicalizar la revolución. La forma torpe como las sostenían, sin saber si apuntarse, jugar o apoyarse, le quitó todo dramatismo y credibilidad a la escena.
La obra, pues, tiene sus detalles, algunos más graves que otros. Sin embargo, vale la pena ir a verla. Estará en el Aula Magna de la UCV hasta el domingo 27 de mayo. Y, según me contaron, los problemas de sonido del estreno ya fueron superados. ¡Amén!
5 comentarios:
intensa fotografía de la obra...
¿será que nos animamos a ir?
agradecidos por tu minuciosidad
Enlatado de criticas publicadas
Bah
Estimado Anónimo,
Creo que se te olvidó ver la firma de lo publicado en los otros medios que refieres. Algunas de estas líneas sí fueron publicadas, pero con mi firma incluida, haciéndome responsable de lo que escribo -no como tu comentario-, en el diario El Mundo.
Claro, también puede ser que los medios que revisaste se apropiaran sin autorización de mi texto. Jajaja. No sería la primera vez.
Saludos y ve a ver cuándo te desenmascaras.
¿será que no le han dado su cédula y pasaporte con chip y teme violar alguna ley al publicar su nombre?
¡Pero si esta es la revolución de la inclusión!
Suena interesante saber que un Jesucristo Superestrella moderno a llegado a Venezuela. Al mismo tiempo que leo esto, estoy con el dilema mental de comprar entradas para el tour del mismo musical en USA. Hay que destacar que aqui en USA, el musical que hizo su debut en Broadway en 1971 se continua reinventando, con una produccion que incluye a Ted Neely como Jesus (cantante/actor cuyos creditos incluyen la pelicula de Jesus Christ Superstar), y Corey Glover como Judas (para todos los rockeros, el cantante de Living Colour). Solo me quedara esperar y escribir mi critica.
Espero que en Venezuela esta produccion haya sido una buena experiencia y que otras le puedan seguir...
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