Si algo se le da bien a Camille son las entradas. Apenas llegó al encuentro con los periodistas, en el marco del Festival Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia de Barcelona, Sonar 2008, se apropió del micrófono. Una sucesión de ruiditos percusivos, simulación de animales y vocalización operática, dejó a la jefa de prensa inerme para presentarla. Pero ya no hacía falta más.
Y al día siguiente cuando la artista francesa entró, cual caperucita naranja colándose al castillo de caramelo, el Palau de la Música Catalana, sólo hicieron falta unas palmas y una línea de voz para arrojarnos rápidamente a su agujero de experimentación… vocal, dirían algunos, aunque su música o, más bien, su arte, sale de mucho más que del agujero de su boca.
Music hole se llama precisamente su último disco o, mejor, su proyecto performático.
“Está en un CD porque es la forma como empieza la industria”, aclara ella. Pero se trata más de un espectáculo visual y de escenario, que envuelve percusión, palmadas en casi cualquier parte del cuerpo, pisadas, repiqueteos, juegos vocales y mucha interacción con el público.
“Mi música, más que de estudio, es de espacio y de momento. Es una experiencia de laboratorio, física y vital”, precisa la parisina de 30 años de edad. Intenta, sí, renovar y retorcer el concepto de music hole como espectáculo y, en ese sentido, conserva lo juguetón y lo sensual del cabaret. Pero, dice ella, se adentra a espacios mucho más íntimos, “a través de lo que nos queda: lo orgánico, lo físico y el cuerpo, para llegar a lo que nos viene del fondo del alma”.
Music hole se refiere, pues, “a la forma femenina, donde las cosas empiezan y terminan”, pero también a lo que sale de cada uno de los agujeros de su cuerpo: “no sólo es mi garganta y mi boca, sino también mi nariz”, aclara marcando ritmos con su respiración, “es cada uno de los poros de mi piel, es mi ombligo y también lo que sale de aquí”, señala su vagina al son de un gemido “… y de acá”, simula con una trompetilla lo que podría salir de su trasero.
Traviesa, poderosa y sensual
Con ese espíritu juguetón descarado es como Camille saca el mejor provecho a su particular voz, por momentos con fuerza operática y energía de soul, para luego pasearse por la dulzura de una chanson francesa, o terminar transformándose en una caja de ritmos y efectos especiales.
La han comparado con Björk, Fiona Apple, Pj Harvey y Edith Piaf. Pero su sonido va mucho más allá de la interpretación de una melodía. Se adentra en las texturas, en los patrones rítmicos, en las onomatopeyas y hasta en las particularidades del idioma, para convertir palabras y fonemas en matrices de sonido que envuelven y seducen, invitando a participar a todos –con mayor o menor tino para dar el golpe- en su experimentación.
Así, sin más instrumentos que un piano y la percusión corporal del grupo brasileño Bartuquedes, Camille construye, por ejemplo, una atmósfera de bossa con unos cuantos periódicos y una bandeja de agua. En otros temas es una cuerda que gira o una tela. Y en el contrapunto de voces puede resonar, bien una llovizna, bien un zoológico.
Experimentación orgánica
Aunque estamos en el Sonar, no hay tecnología. Pero sí experimentación. Las gargantas, manos, piernas y pechos son los samplers que recuperan lo orgánico y tribal de los loops. Las palmas y los saltos conforman el contundente muro percusivo sobre el cual se monta el llanto ronco de “Home is Where it Hurts”.
Ella procura que nadie se quede sentado, que todos entren en su beat con palmadas, patadas y fonemas. Marca el paso con sus botas negras. Salta, se retuerce en el escenario, se divierte, se golpea y la golpean como el cuero de un tambor, que acompaña las piruetas vocales.
Se tiende en el suelo, como muriendo, para resurgir luego entre las sombras alargadas y dejar escapar de su garganta un río de voz que ahora suena godspell, cuando hace minutos era un scratch, y más tarde desemboca en una gran descarga soul.
Y se despide como es. Un traje negro ceñido al cuerpo nos ubica en el music hole, pero al darse la vuelta en una reverencia vemos el gran agujero de su escote: un círculo que termina –o empieza- en su trasero, desde donde también nos había advertido viene su música.
El nacimiento de Afrodita
Hija de escritor, Camille Dalmais estudió inicialmente Letras y Ciencias Políticas. Se dice que se dejó seducir por el escenario tras ver un recital de Ray Charles. Siendo todavía estudiante grabó su primer álbum, Le Sac des filles (2002), donde ya pueden verse influencias de música soul, aires de cabaret, humor y toque de chanson.
Pero fue con su segundo disco Le Fil (2005), una obra grabada en un solo tono -la nota si- que esta vocalista, compositora y productora terminó de enloquecer a la crítica y ganar resonancia internacional.
Algunos han relacionado su trabajo con Bobby McFerrin, con quien realizó algunos workshops. “Es interesante encontrarte con alguien y sentir que, aunque es muy distinto, te revela quien eres. Yo creo que él es más técnico, te transmite mucha espiritualidad jugando con la armonía y la técnica. En cambio mi actuación es más teatral y física. También me gusta jugar con las letras y el texto”, aclara ella.
Y no es de gratis que su tercer disco, realizado junto con el productor MaJiker, esté mayormente en inglés. Más que expandir el mercado, la escogencia del idioma venía por la experimentación. “El inglés es de vocales… el francés de consonantes”, aclaraba en un video de presentación en YouTube. Si el francés es bueno con percusión y melodía, el inglés es más funcky; es mejor si quieres "rock it out”, decía entonces.
“Para mí cantar en inglés es una forma de tocar más cosas dentro de mí”, aclara ella ahora. Y en el escenario no sólo apeló al francés y al inglés, sino que también recito y jugueteó con el español y el catalán. “Los lenguajes son sobre humanidad. Mientras más lenguas hables, eres más humano, estás más abierto y eres más músico”. Ella sin duda lo es.
Marcando ritmos con su cuerpo, saltando por el escenario y haciendo toda clase de ruiditos y gestos que cualquier madre ortodoxa querría eliminar -cual si fueran malas mañas en la mesa-, Camille resulta más seductora que cualquier vocalista grácil. Talentosa, refrescante y atrevida, verla y pretenderla es, como dice un fanático por ahí, enamorarse de afrodita.
(No conseguí videos decentes de su show en Barcelona. Además, la experiencia en vivo es difícil de capturar. Sin embargo, aquí incluí algunos videos de otras presentaciones, con sonido e imagen aceptable, como para que se dieran una idea. Disfrútenlos)
2 comentarios:
No conocía a Camille, me sorprende encontrar en ella a una Afrodita musical. Su música sin duda no es apolínea...me conecta más bien con algo muy primitivo, con música que sale de todo el cuerpo, de la espuma de los sentidos como Afrodita del mar
Gracias Lorenzo por pasar y comentar.
Has captado perfectamente la esencia de esta chica, totalmente afrodita, primitiva y corporal.
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