
Ser el centro de lo más innovador de la cultura urbana es una idea -o un desiderátum- que cruza todo el Festival Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia de Barcelona, Sónar. Es a esa figura que pretenden acercarse y, si pueden, capturar para sí, desde la misma ciudad que lo alberga y lo apoya institucionalmente, hasta los patrocinadores y esos asistentes que se revisten de sus atuendos más ‘modernosos’ y no tardan en convertir la ocasión en sesión fotográfica alternativa.
“Art and cool inside”, decía en sus vitrinas el El Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA), invitando seguramente no sólo a disfrutar del aire acondicionado, sino a completar la experiencia ‘cool’ de pasearse por sus minimalistas pasillos blancos; ver ese arte “de avanzada”, como promete el nombre del evento; y, con suerte, integrarse con él, al juguetear con los artilugios expuestos en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), dentro de SonarMática.
En su 16º edición, el Sónar quiso retomar su perfil electrónico originario y para ello revivió a clásicos del disco y el techno, como Grace Jones y Orbital, y hurgó entre los emergentes artífices del ritmo, así como en sus vertientes más pop, más rock o más experimentales.
Pero como si se tratara de un capítulo sobre lo Ur Pop, en el Homo Sampler de Eloy Fernández Porta, esta vez lo ‘cool’ se encontró con el primitivismo. La línea trazada al futuro, desde ese espacio ultramoderno y eurocentrado, se cruzó con el África. Y fueron sus sonidos exóticos, su energía y su rastro analógico los que terminaron de conducir al trance.

El vuelo etnojazzístico no paró ni ante las deficiencias de acústica, ni ante el par de interrupciones eléctricas sufridas en la carpa del Sonar Dome. A fuerza de palmas y toda clase de giros astutos por parte de la banda The Heliocentrics continuó implacable, fresco y clásico a la vez.
Más tarde lo que terminó de montar la fiesta fue el ritmo hipnótico, pero crudo y analógico, de la banda congoleña Konono Nº 1. Con ocho músicos, coros con tendencia tribal, mucha percusión y sus peculiares likembes -los pianos de pulgar que su líder potenció con lengüetas recicladas de desguaces de carros, y micrófonos caseros-, puso a bailar a todos sus larguísimas piezas, plagadas de ritmos cíclicos, progresiones extendidas y descargas frenéticas. Después de todo, también era trance.


El sondeo al “latido africano” resultó, pues, más que exitoso. Y aunque los organizadores aclaran que el Sónar no se convertirá en un festival étnico, para próximas ediciones aseguran darán aún mayor fuerza a las propuestas de África que apuesten a la renovación de la música tradicional, a través de las nuevas tecnologías. En tiempos de integración europea y crisis mundial, miren, pues, de dónde provienen los sonidos de avanzada.
Más del Sónar
En el próximo número de la revista LaDosis saldrá mi informe completo de la edición 2009 del festival. Como adelanto, aquí he publicado algunas otras notas:
4 comentarios:
Enhorabuena Susana por tu mirada e tus palabras tan acertadas.
Estuve pensando y paseando por algunos de tus textos y la verdad es que fue un paseo bien agradable y fresco.
Ganaste un nuevo lector.
Saludos.
Gracias Alexandre, qué bueno que hayas llegado por acá, y mejor aún que te haya gustado el paseíto.
Un placer tenerte como lector.
Salud!
Gracias Susana,
por ahora no tengo ningun proyecto en publico, pero cuando quieras puedes visitar mi taller y ver la obra, yo encantado, recomiendo despues de agosto porque ahora hace un calor infernal dentro del taller, peor que una sauna te lo juro.
Salut!
Caramba, Alexandre, me has respondido por aquí lo que pregunté por allá, por tu blog, jeje. Lo aclaro también para quienes lleguen por aquí, sin entender a qué viene tu propuesta ;-)
Bueno, de acuerdo, al final del verano, cuando se pueda pensar más que delirar, podemos quedar para visitar tu taller y ponerle cara a nuestras letras o, en tu caso, trazos.
Salud y hasta entonces.
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