domingo, 17 de mayo de 2009

Lisandro Aristimuño desnudó su canción en Barcelona


Había estado hacía muy poco girando largamente por España y Latinoamérica y se suponía que ahora estaba en Circo Beat grabando su cuarto disco. Así que me sorprendí cuando vi anunciada una nueva gira de Lisandro Aristumuño: nueve fechas en ocho ciudades españolas, más un pequeño salto a Bélgica.

Dado lo reciente de su anterior visita y su carácter ‘under’ –siempre ha sido un artista independiente y esta vez la lista de presentaciones salió sólo en su blog y en alguna que otra agenda especializada- recordé mis tiempos tras bastidores, y temí por un momento que la convocatoria pasara desapercibida.

Pero desde antes que abrieran las puertas del Alfa Bar ahí ya estaban haciendo fila. Los primeros, una pareja de argentinos que, aunque tenían hambre, decían no querían moverse porque “vivimos en Tarragona, y no nos queremos quedar afuera después de todo este viaje”.

A ellos se les unió otro amigo del sur, haciéndome pensar vendría sólo la comunidad de argentinos radicados en Barcelona. Pero al rato ya daban vueltas un par de mexicanos y entonces los catalanes, más acostumbrados a llegar sobre la hora sin temor a quedarse afuera.

El local terminó de tomar el clima adecuado mientras tocaba la colombiana Lucrecia. Los puntuales pudieron ver a Lisandro deambulando por el local. Los menos tímidos se pusieron a hablar con él, mientras el resto lo oteaba a lo lejos:

“Yo lo conocí hace poco”, me confiesa otro argentino. “Cuando estuve en Buenos Aires me lo pusieron, y lo escuché todo el mes como un mantra. Ahora estoy trabajando con su música –dice-, soy bailarín y me transporta”.

Al él, como a tantos otros, lo capturaron las atmósferas y texturas. En su sonido, tal como comenté en un anterior post sobre Lisandro, la canción y la Patagonia no sólo están en el fraseo o en la guitarra, sino que respiran a través de secuencias, en el uso orgánico de una electrónica que termina de darle pulso, sabor a tierra y aire.

Haciéndole honor a esta peculiaridad, comienza su set como suele venir por estas tierras: guitarra, computadora y muchos aparatitos "que repiten cosas", como dice él.

En este caso, el loop de voces inicia “La última prosa” en esa especie de lengua antigua o infantil, de jeringoza ininteligible e hipnótica.

Se siente una leve saturación, pero él da las gracias a quienes permiten el toque y chequea con el público que no obstante suene bien. Empieza el juego de percusión vocal que anuncia “En mí”. Vienen los acordes, un par de estrofas y luego más experimentación con la guitarra, capas y capas que se superponen.

Juega más en “Tu nombre y el mío”. Pero al cabo de un rato la saturación se agrava, cierto acoplamiento desemboca en feedback y en algunas pausas extrañas. “Tenemos unos problemitas aquí, pero no importa”, dice, tratando que la espontaneidad y entrega, superen cualquier deficiencia técnica.

“Sí importa –salta alguien del público–… diez euros”, reclama retrechero, como queriendo decir ‘el rey está desnudo’. Los problemas son reales, pero la calaña de la protesta desentona. Lisandro replica: “¿Quién dijo eso?”. Nadie responde. “Se lo devuelvo”, recalca firme, pero aún así cándido.

Y entonces efectivamente se desnuda. Sí, tal como dice la letra de “Para Vestirte hoy”, desnuda su canción: apaga todos los aparatitos, se queda sólo con su guitarra y, con los arpegios de “Me hice cargo de tu luz”, recupera el control absoluto de la escena.

Según confiesa, algunas canciones más tarde, en medio de la gira su guitarra se rompió. El chico del bar, también músico, le prestó su guitarra, pero no termina de encajar con el resto de la parafernalia. “Da igual”, gritan del público. “¿Sí?, ¿Diez euros?”, pregunta él, revirtiendo definitivamente aquel reclamo.

El percance nos permite verlo de una forma inusual: en crudo, jugueteando con la guitarra, como si estuviera componiendo cada canción en frente nuestro.

En el fraseo se lo siente casi paladear las letras. Subraya una frase con toque más tierno en “Me hice cargo de tu luz”; mientras en “Algún lado” una leve pausa le da un giro travieso a “pa’ no olvidarme más, de tu humanidad tan grande”, y suena más bien a “pa’ no olvidarme más, de tu manía tan grande”.

En "39º" el delirio se traduce en una modulación rasgada y cargada de matices. Se divierte y degusta las letras y melodías de "El árbol caído" y "Amanecer", que termina desembocando en "Black bird" de The Beatles. Con “Cerrar los ojos” gana un tono más agresivo, pero juguetón, como denotando ironía. La voz se le quiebra a veces, pero quizá nunca con tanta expresividad.

Sólo al final del último bis, “Canción de amor”, vuelve a revestir la melodía en un divertimento de despedida. Deja la base de guitarra en un loop que se va difuminando, mientras va añadiendo las capas de voz.

Según nos contó luego en una entrevista –que esperamos publicar próximamente en LaDosis- ahora quiere experimentar más con estas atmósferas. Está pensando incluso en hacer una banda sonora.

Pero aquí lo vimos reconectado con la esencia de la canción, con la lírica y su rol de cantautor. Sólo faltaba el hogar encendido, para imaginarlo guarecido en el invierno, en el sofá de nuestra sala. Veremos qué hace este 19 de mayo, en Casa América, de Madrid.

El ‘acusticazo’ contado por él mismo

La Revista ZonadeObras ahora cuenta con una curiosa sección: Diarios de Gira, donde Lisandro no resistió comentar de su “acusticazo” en Barcelona:

“Barcelona, martes 12, un concierto en donde tuve que poner un poco más de lo normal, ya que la guitarra que me habían alquilado para el concierto se rompió en la prueba de sonido... por suerte el dueño del lugar tenia una en su casa y me la prestó...
Arranqué el primer tema y la loopera no funcionó!... eso hizo brotar mi lado folk, saqué, o mejor dicho arranqué todos los cables y los pedales y hasta hora fue el concierto más acústico que realicé en esta gira... guitarra y voz. Me encantó el concierto, tuvo sangre, aire y corazón... las canciones desnudas tuvieron su magia, fue hermosa la sensación de recordar las canciones como cuando las comienzo a componer, como si hubieran vuelto a nacer... el público fue muy respetuoso y fogoso (había muchos argentinos con mucha buena onda) y me hicieron sentir en casa.
Fue unos de los conciertos más largos, hice casi todas mis canciones... hubo muchos bises y escuché al publico cantando, con mucha emoción...
Hoy miercoles en una Barcelona nublada y luego del acusticazo de anoche, no es casualidad que en mi mp3 suene sin parar Nick Drake y su disco Pink Moon”.

Pueden seguir el resto de sus andanzas en el Diario de Gira de Lisandro Aristimuño.