jueves, 6 de diciembre de 2007

Afterpop: la literatura de la implosión mediática

En la foto que la revista Club Cultura publicó para ilustrar su entrevista titulada “Ciudadano afterpop”, Eloy Fernández Porta lucía más bien como un profesor cualquiera: delgado con lentes, barba rala, manos de intelectual inofensivo. Quizá el toque extraño era su mirada perdida, no en un libro, sino en su cartera. Pero probablemente se trataba de una “licencia creativa” del fotógrafo.

Fernández Porta sí es profesor y crítico, mas sus palabras en Afterpop. La literatura de la implosión mediática no tienen nada que ver con el estereotipo del académico trasnochado. Tampoco con la otra academia que se jura transgresora y cool, vistiéndose simplemente de teorías queer.

En esta entrega profunda, exigente y hasta erudita, pero también cargada de humor e ironía, el autor analiza y cuestiona las categorías y términos con las que la crítica y el mercado –el establishment cultural- han abordado las creaciones literarias de los últimos tiempos.

Con una actitud desprejuiciada y aguda, desmonta la tradicional clasificación y contraposición entre cultura masiva y alta cultura, y pone en evidencia el reduccionismo de una supuesta fisura generacional.

Comienza provocando. En una especie de adivinanza, contrasta dos libros de relatos cuyos títulos no devela hasta avanzado el capítulo, pero que pertenecen, uno, a un escritor generalmente considerado autor pop (menor de 35 años, influenciado por música, televisión, cine y videojuegos) y, el otro, a un escritor normalmente catalogado como autor serio (mayor de 35 ó 40 años, proveniente de la alta tradición literaria y leído en términos de maestría y clasicismo).

Intentando “hablar de libros, no de autores; de textos presentados como fenómenos, no de marcas registradas”, desgrana los textos a través diferentes tamices, como la temática o las referencias utilizadas.

La mayoría de los criterios resultó inútil para diferenciaciones, por estar subordinados a presupuestos relativos. Pero al final el texto tomado a priori como serio, era en definitiva más poppy al suponer un lector con mentalidad de espectador de cultura de masas, mientras que el otro aspiraba al ciudadano afterpop.

Y es que este profesor de la Universitat Pompeu Fabra identifica en la producción de algunos autores que la gran crítica cataloga como producto pop masivo, lo que él denomina afterpop: no una moda, un movimiento o un grupo definido, sino una condición estética y una actitud visible en la literatura y otras artes conexas, que puede haber partido del pop o convive con él, pero “se sitúa en un espacio histórica y simbólicamente posterior”.

Por el pop, para el pop, contra el pop

Para Fernández Porta, el autor afterpop asume “que la cultura del consumo tal y como se conoció a lo largo de la segunda mitad del siglo XX no sólo está en ruinas, sino que, en cierto modo, es el pasado inmediato. En algunos casos llega incluso a asumir que se trata de un clásico, al que se respeta pero se da muy por sentado –tan por sentado que va desapareciendo”.

Más que canonizar a nuevos exponentes, el libro digiere la obra de escritores como Ray Loriga o Julián Ríos –además de numerosísimos referentes y antecesores- para mostrar las posibles vías o actitudes del afterpop: a veces de deconstrucción extrema de los referentes pop, o de erudición pop que reclama estatus de alta cultura, pero también de nostalgia, fascinación, superación, desentendimiento o, incluso, la posición propia del punk, de asunción provocativa de sus rasgos superficiales.

Así, por ejemplo, El hombre que inventó Manhattan de Loriga resalta por su estrategia entra-i-surts, paseándose por referentes clásicos que van desde William S. Borroughs, hasta llegar a las revistas femeninas, pasando por David Letterman y un sin fin de otros referentes, a veces muy desde dentro de la mentalidad del consumo, pero otras muy desde afuera.

Aunque repletas de referencias pop, las obras citadas no podrían catalogarse como tal, ya que generalmente exigen al lector-espectador un alto vuelo crítico y analítico, cuando no nociones muy específicas, bien de deconstrucción, psicología de los media o cualquier otro saber serio, bien de historia del cómic o de cualquier otro elemento del universo underground.

De Brian Eno a Family Guy

Para caracterizar y analizar esta literatura heredera del posmodernismo y del pop, pero enmarcada en una época de disipación de sus criterios como cultura, Fernández Porta adopta una perspectiva extremadamente interdisciplinaria.

El cómic, J. G. Ballard, la cultura indie, las vanguardias históricas, W. S. Burroughs, las películas de Cronenberg, Haneke y Solondz, el video, Disney, la escena underground, el thrash metal, la drogadicción, la publicidad, los graffitis, Roy Lichtenstein, la serie Family Guy, entre muchas otras manifestaciones, son convocadas aquí como estableciendo un nuevo vocabulario para hablar de literatura y dar cuenta de los referentes a los que cierta crítica pareciera haberle perdido el hilo, reduciendo la visión y valoración de las obras actuales a meras diferencias generacionales.

Curiosa e ilustrativa me resultó su reflexión acerca del ambient y la música electrónica -con Brian Eno y John Zorn como figuras de ruptura- para evidenciar el espíritu propiamente afterpop:

“Una forma musical estructurada en torno al vacío del pop, o en torno a su reciente desaparición. Ese vacío es presentado por medio de técnicas diversas (superficie sonora, distorsión, gestos minimalistas, uso o exacerbación del medio tiempo), que acogen, de manera flotante, restos, pecios y ecos de la antigua concepción pop (samplers, pregrabados, préstamos y plagios diversos). Al postular una forma de atención fluctuante, este tipo de música usa algunas llamadas y gestos propios del pop, pero en conjunto desactiva su forma de atención, a la vez que se sirve de sus propios recursos para poner en evidencia su trivialidad”.

El volumen es, pues, un intrincado recorrido por manifestaciones culturales aparentemente dispares que sí logra mostrar las características de una nueva literatura, siempre que el lector acepte el reto de asumir, él mismo, la actitud afterpop: desprejuiciada, pero también aguda y crítica, o “seriamente frívola”, como quizá le agrade decir a este también escritor de ficción.

No exento de ironía y humor, repleto de referencias y vínculos poco ortodoxos entre libros, películas, comics y demás creaciones de alta y baja cultura, conviene abordarlo en una rica biblioteca y con conexión a Internet.

En Venezuela, posiblemente algunos de los escritores incluidos en mi cata de nuevos narradores se sentirán identificados.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Cassandra’s dream: para apreciar otro Woody Allen

En espera del estreno de la película rodada en Barcelona –Vicky Cristina Barcelona, ya en montaje-, aquí en España la última entrega de la trilogía británica de Woody Allen, Cassandra’s Dream (2007), fue recibida tibiamente por la crítica de medios tradicionales y con extremos en los medios electrónicos.

Mientras El País o La Vanguardia la han otorgado 3 estrellas, en sitios como Blogdecine le endilgan desde calificativos tipo “fuera de serie”, hasta destempladas expresiones de estruendoso fracaso.

Para mí no es de ninguna manera la mejor película de Woddy Allen. En temas y tratamientos creo que siempre preferiré los enredos, disertaciones metafísicas y neurosis, entre otras obsesiones, de Manhattan (1979), Annie Hall (1977) y Hannah y sus hermanas (1986).

Y esta preferencia no es sólo porque en mi mente mi querida Nueva York es, de muchas formas, la presentada por Allen –mis viajes no han hecho más que alimentar esas imágenes-, sino porque he estado –o creído estar- rodeada de sus personajes –cuando no los he encarnado.

Y creo que ha sido más fácil poder entenderme y entenderlos –o al menos reírme- después de haber visto sus películas.

Sin embargo, no espero que el director se quede para siempre hurgando en las mismas historias, personajes o estilo. Así como evolucionó de las comedias más simples, a enredos domésticos y dramas de gran profundidad dentro de la realidad norteamericana, me parece perfecto que se vaya a explorar otras ciudades y otras historias.

Con más de 70 años, Allen sí vuelve a hurgar en la familia, el amor, la moral, la religión, el honor y el crimen. Pero el Reino Unido le da un toque distinto, así como el casting.

Recupera muchos de los elementos de Match Point (2005) –un crimen en Londres-, pero ahora a través de una familia de clase media, con pretensiones de ascenso.

Dos hermanos muy distintos en carácter y fisonomía, Ian (Ewan McGregor) y Terry (Colin Farrell), poco a poco se ven tan enmarañados entre sus mentiras y ambiciones, que aceptan hacerle un favor a su exitoso tío Howard -el veterano Tom Wikinson, quizá un tanto desaprovechado en el film-, a cambio de dinero: el boleto de salida de sus deudas y problemas, y el de entrada a una nueva vida.

La escena donde Howard propone a sus desesperados sobrinos cometer un crimen es una de las mejor logradas, con una cámara que los rodea para mostrarlos enredados entre la vegetación y los argumentos, protegidos por la lluvia, como de miradas curiosas.

En esta película, Allen prescindió de su musa Scarlett Johasson, pero la sustituye por Hayley Atwell (Ángela). Aunque para muchos no es tan hermosa como la primera, es uno de los catalizadores de la historia, tentando con toque ambiguo y sexy, elegante y fresco, al ambicioso Ian –no brillante, pero bien encarnado por McGregor.

A pesar de que Farrel me gustó en The Recuit (2003), luego de haberlo visto dizque de Alejandro Magno (Alexander, 2004), no puedo quitarme de la mente la imagen del sobreactuado niño malcriado (y se supone que amamantado por Angelina Jolie), lo cual me hace difícil creerle en cualquier papel.

Incluso esta vez, con un personaje cuyos tormentos hasta pudieran recordarme al Raskolnikov de Dostoyevski, lamentablemente los sollozos y gimoteos con que pretende mostrar su culpa, paranoia y desmoronamiento como ser humano, no me convencieron. Insisto, puede ser que Alexander haya destruido para mí toda posibilidad de apreciarlo.

La evolución de los hermanos y sus dilemas morales me resultó, por tanto, un poco débil. La trama transcurre por momentos demasiado lentamente, dándome la sensación de que la película es más larga de lo que realmente es.

Sin embargo, en los últimos quince minutos –los mejores del film- el disímil dúo sí logró mantenerme en tensión para sufrir, imbuida en la historia, la desgarradora estocada final.

Como Cassandra, sabía el desenlace, pero eso no le restó contundencia a esas escenas en el Cassandra’s Dream, este barco, símbolo de sus sueños y testigo mudo de su desmoronamiento.

Otro elemento distintivo es la banda sonora a cargo del veteranísimo Phillip Glass. El cambio para algunos resultó terrible, pero para mí sí le dio una ambientación distinta y funcionó perfecta para estas demoledoras escenas finales.

Acostumbrada a los geniales diálogos de Allen, en este thriller con aires de cine negro no me sorprendió especialmente. Sí destacan ciertas reflexiones sobre dios o la muerte, atravesadas por un curioso sentido del humor que, nuevamente, para algunos representa la debilidad de guión y, para otros como yo, le otorga frescura y verosimilitud a la película.

“Siempre quise ser un escritor trágico, pero cuando era joven me salían sólo chistes. Ahora que estoy mayor me puedo permitir escribir tragedias”, declaró Allen en la presentación de su película en el Festival de Venecia. Su Cassandra’s Dream no es un tratado de la naturaleza humana, pero bien vale la pena dejarlo hacer.

Argumento:
Las deudas financieras están a punto de acabar con el negocio y los sueños de dos hermanos, Ian y Terry. Las ambiciones de lujo por parte de uno y la afición por el juego del otro, han llevado la situación al límite. La llegada de su tío Howard, un exitoso hombre de negocios en Estados Unidos, podría salvarlos, pero a cambio deberán cumplir un encargo: un crimen que carcomerá sus vidas.

Ficha técnica:
Guión y Dirección: Woddy Allen
País: EEUU-Gran Bretaña
Año: 2007
Duración: 108 min.
Género: Drama-Thriller
Interpretación: Ewan McGregor (Ian), Colin Farrel (Terry), Hayley Atwell (Angela), Tom Wilkinson (Howard), Sally Hawkins (Kate), John Benfield (padre), Clare Higgins (madre), Ashley Medekwe (Lucy).
Música: Philip Glass

martes, 30 de octubre de 2007

Documentales musicales: delicia para fans… y antropólogos

Siempre me han gustado los documentales. De niña, en tiempos sin DirecTV ni Discovery Channel, recuerdo haber tenido que cazarlos en el antiguo Canal 5 de Venezuela: de animales, de lugares, de músicos…

Ya adulta, pero en momentos de crisis económica, hasta hubo que dejarlos grabando en alguna casa bien dotada, para luego disfrutarlos en formato maratón, un sábado en un humilde televisor sin cable, pero con VHS y muy buena compañía.

Después llegó Internet y para acá no olvidé traer, por ejemplo, las primeras temporadas del Reino del Suricato, sin doblaje por favor.

El gran descubrimiento en documentales musicales fue la serie de historia del Jazz de Ken Burns, un grupo de alrededor de 10 DVD con el mejor relato musical que he visto.

Imágenes históricas, análisis y testimonios de protagonistas son transmitidos con un certero hilo conductor que, sin temer sumergirnos en profundidades, nunca pierde ligereza ni amenidad.


La película no se preocupa tanto de las superficialidades biográficas de las estrellas, sino que se centra en el análisis sociológico y cultural del fenómeno, sin olvidar desentrañar con agudeza cuáles fueron las reales innovaciones y aportes musicales de cada quien.

Aunque los hiperespecialistas tienen sus críticas, resulta maravilloso y absolutamente clarificante escuchar a Wynton Marsalis explicar cómo Louis Armstrong cambió totalmente el fraseo y la forma de tocar la trompeta y entonces ver y hasta casi palpar la diferencia, al oír sonidos tan distintos salir de sus labios e instrumento, en una pequeña demostración.

Todo un lujo es tener un intérprete y músico de su calaña, como profesor privado en casa. Pero también es un poco triste ver estas maravillas en la pequeña pantalla del televisor.

En Venezuela sólo a finales de los ochenta se dieron algunos festivales de documentales, cuando el presidente de la Fundación Nuevas Bandas, Félix Allueva, comandaba la programación del Celarg.

Gratísima sorpresa fue encontrarme al llegar a Barcelona que comenzaba el Festival Internacional de Cine Documental Musical In-Edit Beefeater, proyectando 50 films en dos salas muy cercanas a casa.

Con cinco ediciones, lo que comenzó casi como una reunión de amigos en un teatro de barrio, ha cobrado importancia internacional, con raíces en Madrid, Valencia y Santiago de Chile.

In-Edit Beefeater

Documentales en concurso y proyecciones especiales conforman una abultada programación, para repasar la historia y actualidad del rock, pop y otros géneros en el mundo. He aquí algunos títulos interesantes:

New Orleans music in exile (EEUU, 2006): Qué ha pasado con los músicos y vida cultural de esta ciudad luego del Huracán Katrina. Dr. John, Irma Thomas, Cyril Neville y otros músicos cuentan de la supervivencia sonora.




George Clinton: Tales of Dr. Funkestein (UK, 2006): Repaso de la desaforada vida del líder de Parliament y Funkadelic, sin cuyos sonidos no existiría el funk, pero quizá tampoco el hip hop.





The U.S. Vs. John Lennon (EEUU, 2006): Según cuenta el broshure (la proyección es hoy), el film documenta la guerra desigual entre el FBI-Nixon y el Lennon más politizado de los años 70.





Old Man Bebo (España, 2007): Proyectada en la inauguración, retrata la vida del octogenario músico cubano Bebo Valdés, de estrella en los cincuenta a anónimo pianista exiliado, para culminar en su resurrección durante los Grammys en el 2000.

La programación es, pues, extensa y variada (se puede revisar en: http://www.in-edit-beefeater.es/ ). Y en las largas filas en las puertas de los cines también se puede ver de todo, desde los fanáticos de Oasis, grupetes de punk, hasta turistas, recién llegados y seres solitarios con franca pinta de sociólogos o antropólogos.

Que vivan las ciudades con amplitud de opciones para cada quien… aunque un loco en el metro pretenda probar a patadas lo contrario.

El regreso… del otro lado del río: la cata continúa desde Barcelona

Bueno, terminado el desembalaje y comprados los abrigos; ubicadas las direcciones y desentrañada la red de metro, más allá de centro turístico; completados los trámites burocráticos y controlado el aprovisionamiento de abarrotes; la cata continua, pero ahora “del otro lado del río” o del mar: desde Barcelona.

El primer fin de semana tuvo como premio la visita al bizarro, delicioso y queridísimo Park Güell. De uno de sus miradores llega esta panorámica de la ciudad.

El drak goza de buena salud, con su nariz completa, pasados ya varios meses del ultraje por parte de unos “jóvenes de estética punk” que lo dejaron chingo. Supongo ahora olfatea muy bien a quien pase por allí, por si tiene que cobrar vida y escupir fuego a algún vándalo.

La cata continuará desde aquí. Degustaremos lugares, libros, pelis, sonidos y demás detalles vitales de Barcelona, Venezuela y otros lados del mundo.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Come a casa: No es un italiano cualquiera

Comer comida italiana en Caracas es, digamos, bastante fácil; casi un lugar común por encontrarla en cada esquina.

Pero también puede ser bastante aburrido y, en la mayoría de los casos, no demasiado satisfactorio.

La numerosa inmigración italiana permitió, no sólo que se establecieran gran cantidad de restaurantes en la ciudad, sino también que el caraqueño desarrollara un paladar presto a degustar desde una simple pastica hecha en casa, hasta los platos más sofisticados de origen italiano.

Actualmente las opciones son numerosas si se toman en cuenta tanto los restaurantes tradicionales, como los que bajo rótulos más generalistas tipo “comida mediterránea” o “fusión”, echan mano de platos, técnicas o sazón italiana.

El detalle es que la gran mayoría sabe igual. Con dejo de “comida internacional”, la oferta se ha estandarizado y para mal. Son casi siempre los mismos platos y la misma presentación.

Con mayor o menor gusto, mejor o peor calidad, más altos o más bajos precios, siempre están las diferentes pastas con las clásicas salsas carbonara, napolitana, pesto… los tortelinnis, los canelones, los tortelones de ricota y espinaca y alguno que otro risotto.

Así que llegar al restaurante Come a Casa (1era. Avenida con 1era Transversal de Los Palos Grandes) fue toda una sorpresa y un placer. Come a Casa, Caffé-Trattoria Siciliana, no es en ningún sentido un restaurante italiano más.

El particular sabor de Sicilia

Como habitantes de una isla, los sicilianos tuvieron acceso limitado a ciertos ingredientes y costumbres del continente.

Crearon su propia gastronomía, caracterizada por sabores un tanto más fuertes, con influencias de los diferentes pueblos que pisaron su territorio: griegos, árabes, franceses, españoles.

Su gastronomía tiene ciertos elementos recurrentes: gran uso de vegetales, quesos (mozzarella, ricotta, pecorino), embutidos, pastas, pescados y mariscos. Tienen pocos platos con carne de res, mientras que el conejo, el cordero y el cerdo los reservan para ocasiones especiales.

Come a Casa ha querido recopilar y modernizar esas viejas recetas familiares, para ofrecerlas en un menú con esencia tradicional pero con vuelo contemporáneo.

Así, inspirado en la sazón y creaciones gastronómicas que cada domingo la siciliana María Caradonna de Zambito presentaba a su familia, el restaurante abrió en octubre de 2006, bajo la gerencia de sus hijos Guiseppe y Gian Franco y su nuera Lucimar Palacios.

Con la idea de servir comida sencilla, pero de sabor casero y con toda la calidez de aquellos encuentros dominicales, los platos iniciales fueron totalmente extraídos de las recetas de la señora Mary.

-Supongo que con el restaurante, no pondrán a cocinar a tu mamá -le pregunto a Guiseppe.

-Si supieras que le encanta. No cocina para acá, pero se la pasa inventando nuevas recetas que vamos incorporando en el menú -precisa él-. Sus platos siempre terminan siendo los más populares.

El menú

La cocina está oficialmente bajo el mando del chef Darwing Camarillo, quien aporta el toque más contemporáneo y gourmet a las recetas caseras, y completa el menú con nuevos platos, siempre con la esencia y sabores sicilianos.

Cada tanto organizan festivales especiales como el de risottos o el más reciente de pastas rellenas.

Aquí presento algunos de mis platillos favoritos y otros interesantes que estoy por probar:
  • Alcachofas estofadas (Rellenas al estilo casero con pan rallado, queso pecorino, perejil y albahaca)
  • Arancinis variados (Bolitas de risotto y azafrán con tres rellenos: carne, camarones y queso)
  • Brodu Mediterráneo (Gnocchi de albahaca en consomé de tomates secos con trocitos de queso provolone)
  • Ensalada Mare di Sicilia (Mezclum de lechugas con lonjas de pez espada ahumado y tomate relleno de camarones, en vinagreta de celery)
  • Tortellone di Carciofi (Rellenos de alcachofa y ricotta, salteados con hongos, berenjenas y tomates, sobre cama de queso gorgonzola)
  • Gnocchi di Zuca al olio (Pasta de auyama salteada al olio con brócoli, tomates cherry y nueces, aderezada con salvia, peperoncino y queso parmesano)
Como en casa pero pro

Para capturar el espíritu originario, le pusieron “como en casa”. Pero sin dejar espacio a las improvisaciones, los hermanos Zambito viajaron a Italia para estudiar el negocio de las trattorias y hasta participaron en el taller de Emprendedores del IESA para afinar las estrategias de aplicación en Venezuela.

Algunos amigos me comentaron que el local tuvo inicialmente ciertos problemas con el servicio. Ahora todo parece bien resuelto, con mesoneros diligentes y casi siempre con Guiseppe o Gian Franco pasando atentos por los mesas, amabilísimos y generosos en recomendaciones.

Nunca he podido llegar al postre, lo cual –tomando en cuenta lo dulcera que soy- es una muy buena referencia. Pero para los que tengan mayor capacidad he aquí tres tentaciones: cannoli, tiramisú y raviolis de cacao en salsa de nutella. A mí, para poder probarlos, me tocará acercarme a la hora del café.

martes, 7 de agosto de 2007

Paseo cultural con ruido

Aunque me siguen gustando las escapadas culturales entre semana (tienen el atractivo adicional y egoísta de saber que uno está alimentando el espíritu y distrayéndose, mientras el resto trabaja), este domingo decidí emprender un recorrido culturoso como lo hacía de niña.

Después de un riquísimo desayuno por las inmediaciones de La Castellana, comencé por el Centro de Arte La Estancia, donde antaño aprecié exposiciones divertidísimas y nada ortodoxas como una mágica de juguetes venezolanos.

La exposición vigente era “Abra solar, un camino hacia la luz”, de Alejandro Otero, abierta -según explicaban- “en el marco de la recuperación de la Plaza Venezuela” (ojalá, finalmente, que así sea, pronto y amén).

Empecé a recorrerla con ilusión y, para mi agrado, encontré algunas buenas imágenes y textos bastante interesantes, incluyendo extractos de una entrevista donde el artista develaba mucho de su visión y de cómo iba concibiendo sus obras.

El detalle es que los textos más reveladores hablaban de piezas que no estaban en la muestra, como Las Cafeteras. Se puede entender que no se tengan todas las obras, pero el incluir una gran disertación acerca de una pieza, sin mostrar siquiera una reproducción –y, cabe acotar, había numerosas impresiones digitales de otras creaciones- le restó muchísimo a la propuesta museográfica.

Se supone que la disposición de cada uno de los elementos de una exposición busca garantizar una unidad dialéctica entre la documentación y lo que se quiere transmitir al público: el objeto artístico. El hilo conductor debe ser claro y consistente.

Pero en este caso y, para colmo, algunos de estos excelentes textos que refiero estaban colocados al lado de obras que no nada tenían que ver, lo que hacía todavía más confuso el recorrido.

Público distinto pero escaso

Recordé que en el Museo de Arte Contemporáneo habían finalmente inaugurado la exposición de Spencer Tunick y hacia allá me fui. En las inmediaciones y escaleras no vi a nadie. Mi acompañante comentó exaltado: ¿será que ahora cierran los domingos?

Sin embargo, al entrar sí encontramos gente. Había un grupo que resaltaba, se notaba que no eran los típicos visitantes asiduos. Iban en actitud de turistas, de exploradores, como viendo todo por primera vez.

Noté por su fisionomía y su acento que muchos no eran de Caracas. La mayoría llevaba camisa roja, lo que me hizo pensar habían venido para algún acto gubernamental o pertenecían a alguna misión. Me llamó la atención que, de uno en uno, fueron posando frente a un cuadro con la imagen de una indígena, para sacarse una foto.

Encontrarlos allí me pareció curioso y positivo. Tal y como lo había notado en la inauguración de una muestra de Addo Giacobelli, gente distinta está visitando los museos.

La exposición de Tunick quedó bastante aceptable y bonita, después de superar tantos retrasos y contratiempos. El video con la experiencia venezolana y pequeños documentales de lo hecho por el fotógrafo en otras partes del mundo, fueron un buen complemento de las fotografías. Y el detalle de que los participantes pudieran firmar en su propia imagen, me resultó simpática.

Lo que lamenté fue que, además de la exposición de Tunick y unas pocas salas más, el museo estaba vacío. Casi no había obras expuestas y, a pesar de la presencia del grupo, la afluencia de visitantes era realmente escasa.

En la GAN se necesitan tapones

Crucé entonces hacia la Galería de Arte Nacional para ver la muestra de Armando Reverón, luego de su “consagración” en el MoMA. Sé que la mayoría de las obras pertenecen a coleccionistas privados –reunirlas fue uno de los principales atractivos de la individual en Nueva York-, así que quería ver qué podíamos apreciar aquí, en ese par de salas.

Pero allí se terminó de frustrar mi paseo. Y no porque no hubiera obras o estuvieran mal expuestas, sino porque simplemente el ruido me hizo huir despavorida.

No soy partidaria de galerías y museos incólumes, silenciosos como una abadía o un cementerio. Si no se los llena de gente, de actividad, de risas, de intercambios y reflexiones, terminan convirtiéndose precisamente en eso: cementerios culturales. Pero, caramba, también hay que saber escoger.

En los hermosísimos jardines de la GAN, qué bien suena un quinteto de cuerdas o, si nos vamos a cosas un poco más actuales, puede quedar bien casi cualquier agrupación musical, siempre que sea en acústico. Pero ayer, nada más al acercarme a la Plaza de Los Museos, ya se oía el retumbe de un feedback eterno.

Era una agrupación de música venezolana, perfecto. Se estaban aprovechando los espacios públicos, perfecto. Pero, caramba, a quién se le ocurre que necesitaban esa amplificación; y quién fue el sordo encargado de montar el sonido.

No recuerdo el nombre del grupo, y no entiendo cómo aceptó tocar en esas condiciones. Como melómana me indignó la situación. La música no podía apreciarse ni siquiera en los propios jardines, porque estaba demasiado alta y retumbaba totalmente distorsionada. Y dentro de las salas el ruido era aturdidor e insufrible.

Hice mis esfuerzos de abstracción, pero a los minutos tuve que salir corriendo, tapándome literalmente los oídos con las manos. Y me quedé pensando en como siempre hay un ruido, siempre hay algún detalle que termina enturbiando hasta las cosas más hermosas y valiosas que tenemos, como un Reverón o un Otero.

domingo, 29 de julio de 2007

FUR-Retrato de una pasión: la sensualidad de lo freak

Por despistada o qué se yo, no sabía nada de la película que en Venezuela y otros países hispanoparlantes pésimamente titularon “Retrato de una pasión” (Fur: An imaginary portrait of Diane Arbus, 2006).

En la copia que me prestaron no aparecía el título original. Un amigo sólo atinó a decirme muy rápidamente que estaba basada en la vida de una fotógrafa, sin mayores detalles. Y lo que aparecía en la portada eran Nicole Kidman y Robert Downey Jr. en una posición más o menos romántica.

Siendo sincera, la cosa no me llamó demasiado la atención. Sin embargo, tratándose de una fotógrafa y como Downey Jr. suele hacer papeles interesantes, decidí verla.

De entrada me encantó la advertencia: no es una película biográfica de Diane Arbus, la fotógrafa norteamericana que a partir de los cincuenta se dedicó a captar a los freaks de su época: enanos, gemelos, enfermos mentales, gigantes y demás fenómenos de circo.

La película es un homenaje, una fantasía, una historia fabulada con personajes y situaciones ficticias, que los creadores imaginaron pudieron impactar la vida de Arbus, impulsándola a convertirse en una de las fotógrafas más revolucionarias e importantes del siglo XX.

Mezclando realidad y fantasía, en un viaje parecido al de Alicia en el País de las Maravillas –el libro era uno de los favoritos de Arbus y, en el film, a Diane también le espera una taza de té-, la película relata todo el proceso interno, psicológico y emocional, que pudo haber vivido la fotógrafa para producir su primera foto. Es la transformación de una tímida mujer en una original y poderosa artista.

Ficción para revelar realidad
Dirigida por Steven Shainberg, el mismo director de La Secretaria (Secretary, 2002), el film me enganchó desde un primer momento con una estética de época, que rápidamente se ve trastocada y atravesada por las visiones de mundos extraños, los que Arbus luego captaría con su cámara.

Una luminosidad similar a la de esos comerciales de los cincuenta, cuando junto con una lavadora se quería vender la gran vida americana, presenta el mundo de riqueza y educación acomodada del que surge Arbus y al que, inicialmente, ella pretende seguir perteneciendo asistiendo a su esposo, un fotógrafo de publicidad y moda.

Pero inmediatamente una serie de encuadres y zooms a detalles retorcidos de esa realidad, empiezan a delatar la singular óptica de Arbus. Nos introduce entonces -por imágenes, color, textura e iluminación- al tono nostálgico, al vacío tras los bastidores del mundo de caja de detergente que vende un esposo amoroso, pero también distante y conservador.

A su vida de diligente madre y esposa se contrapone un excitante mundo de enanos, hombres lobo, gemelos, trasvestis… seres diferentes y fascinantes, presentados por un nuevo y enigmático vecino, Lionel, encarnado por un Robert Downey Jr al que, tras una maraña de pelos, sólo se le ven unos tiernos y enigmáticos ojos hasta el final de la película.

La belleza de lo inusual
Shainberg conoce bien el mundo de Arbus. Su tío era amigo de la fotógrafa y él creció viendo sus imágenes en las paredes de su casa. “La mayoría de los padres leían cuentos a sus hijos por la noche mientras que yo, cuando me iba a la cama, pasaba por delante de la foto del Gigante Judío”, comentó a TriPictures, refiriéndose a una de las fotos más conocidas de Arbus: Jewish Giant at Home with His Parents in The Bronx, NY (1970).

Aunque la película creó muchas expectativas, ni la crítica ni la taquilla la trataron muy bien. El abordaje a la transformación-maduración psicológica de Arbus no es el de una Madame Bovary, ni mucho menos. Y algunos problemas de ritmo atentan contra la inmersión total del espectador en la historia.

Sin embargo, muy bien interpretada tanto por Kidman como por Downey Jr., a mí me mantuvo atenta y me pareció interesante al crear –como las fotos de Arbus- un ambiente torcido cargado de una particular sensualidad, especialmente a través del personaje de Lionel.

Lo misterioso siempre es atractivo, pero en este caso es lo extraño, lo fuera de lo común y lo que para algunos pudiera parecer monstruoso lo que atrae a Diane. Allí está, por ejemplo, la escena en un bar de enanos, donde ella queda embelesada ante los galanteos de una pareja, o el baile amoroso con un trasvesti.

Ciertas escenas como la visita de los freaks a la casa de los Arbus –por cierto, todos son seres reales porque no se quisieron usar efectos especiales- me hicieron recordar la película Big Fish (2003).

Y la referencia más obvia a la relación surgida entre Lionel y Diane es La Bella y La Bestia de Jean Cocteau. Sin embargo, Lionel también me trajo a la mente el Minotauro de Los Reyes de Julio Cortazar: adorable y monstruoso, guía y protector de las artes, de los mundos no convencionales, de la verdad más profunda.

Y es que, si bien en la Bella y la Bestia, Belle se enamora del monstruo a pesar de sus deformaciones físicas, en FUR, Diane se enamora de Lionel debido precisamente a su físico inusual.

Inspirada en el libro Diane Arbus: A Biography de Patricia Bosworth, no es la mejor película que pudiera hacerse de esta curiosa artista. No obstante, me resultó un interesante homenaje a su estética e imaginería, y una forma original, rara, sensual y hermosa de mostrar los dilemas que pudieron ocupar a alguien capaz de ver lo grotesco en un glamoroso desfile de modas y, en cambio, percibir la belleza de un niño con un gran lunar morado en la cara.

Argumento:
A mediados de los años 50, Diane Arbus es en un ama de casa modélica que trabaja como asistente de su esposo, un fotógrafo de moda y publicidad. La llegada de un nuevo y curioso vecino, Lionel, quien de niño fuera exhibido en ferias por su abundante vello corporal, marca el inicio de un viaje a mundos poco convencionales y a su descubrimiento interior, que culmina en su transformación de dócil esposa en artista de vanguardia.

Ficha técnica:

Dirección: Steven Shainberg
País: EEUU
Año: 2006
Duración: 122 min.
Género: Drama
Interpretación: Nicole Kidman (Diane Arbus), Robert Downey Jr. (Lionel), Ty Burrell (Allan), Harris Yulin (David Nemerov), Jane Alexander (Gertrude Nemerov), Emmy Clarke (Grace Arbus), Genevieve McCarthy (Sophie Arbus), Boris McGiver (Jack Henry), Marceline Hugot (Tippa Henry), Mary Duffy (Althea), Emily Bergl (Alicia).
Guión: Erin Cressida Wilson; inspirado en el libro biográfico Diane Arbus de Patricia Bosworth.

sábado, 21 de julio de 2007

Catando diseñadores emergentes: Adriana Rodríguez – Bará Dúo

Crear “piezas únicas inspiradas en personas de gusto particular y espíritu libre; seres que quieren dejar atrás los uniformes y expresarse a través de su indumentaria” fue la idea con la que Adriana Rodríguez y Xiomara Magdaleno crearon Bará Dúo.

Apropiándose de la palabra hebrea Bará –creado de la nada-, desde 2004 la dupla aplica técnicas aprendidas dentro del diseño gráfico a soportes textiles, para materializar ropa y accesorios que, según precisa Adriana, buscan ser “atemporales, divertidos y personalizados”.

En su taller ubicado en la Urbanización Los Naranjos de Las Mercedes, Adriana se encarga de los diseños, mientras un equipo confecciona las piezas y Xiomara las decora.

Además de las líneas femenina y masculina, en las que combinan diversidad de técnicas decorativas, texturas, colores y formas, también dan vida y personalidad a espacios y ambientes a través de la vena “Entornos” de objetos textiles decorativos.

Inquietas, participaron en la Semana de la Moda CCS 2006 y han incursionado en el cine, encargándose del vestuario de películas como Día Naranja de Alejandra Szeplaki.

“Bará dúo por el momento no tiene límites definidos, pretende llegar a expresarse en cada soporte textil que sea posible”, aclara.

En su taller se pueden adquirir curiosas piezas informales listas para llevar, o solicitar algo a la medida del gusto, ocasión y capricho del usuario.

Entre sus diseños más exitosos se cuentan los fajines y cinturones, los pantalones turcos, los más recientes modelos de camisitas estraples con bufanda incorporada y toda la línea masculina, en especial, las corbatas .

“Me inspiro en los distintos tipos de persona que veo, en la naturaleza, en situaciones de la vida diaria”, cuenta Adriana.

En su sitio web http://www.baraduo.com/, explica también puede intervenir o renovar “aquel vestido usado y sin gracia que ya no te gusta”.

Pero quizá lo más interesante sean sus trajes formales con ese toque personal, divertido, original y muy estético –de poco vale lo raro por raro-, con el que uno sí se atrevería ir a un cóctel o una fiesta seria, sin tener que frenar un bostezo a la hora de vestirse.

domingo, 8 de julio de 2007

Catando diseñadores emergentes: Cristine García-Revolver

Las carteras-koalas de Cristine García aparecieron por primera vez en 2006. Al principio eran sólo para mujeres, hasta que en un mercado un turista reclamó: “¿cómo? ¿No hay una para mí?”. Se llevó la de colores más sobrios y así terminó abriendo el mercado para hombres y niños.

Con la colaboración de su mamá Claudine y su hermana Suzanne, Cristine busca crear diseños innovadores, atractivos, útiles y divertidos.

“Quería cubrir una necesidad en el mercado de la moda venezolana y divertir a la gente al momento de vestirse y afrontar el día a día”, comenta.

Sus bolsos, a modo de revolveras ergonómicas, permiten distintas alternativas de uso y disposición. “Son piezas para que juegues con el cuerpo como con un rompecabezas”, apunta.

La mayor ventaja es la comodidad. “Cuando estás en una ciudad como Caracas, donde el tiempo corre rápidamente y estás apurado lleno de estrés, la comodidad es lo que más necesitas”.
Por los momentos, sus modelos se encuentran sólo en los mercados de diseño itinerantes como El Guayoyo y La Comarca.

-¿Cómo nació Revolver?
-La idea nació de un ser inquieto, curioso, con ganas de hacer cosas nuevas y divertidas para personas que también sienten curiosidad por todo, que les gusta hurgar, observar, cambiar, que se aburren de la monotonía y siempre están buscando algo más.

Quería crear piezas que fueran diferentes, útiles y que, al mismo tiempo, se pudieran usar como accesorios. El lugar de creación y confección fue y sigue siendo mi casa, cociendo con mi mamá, y vendiendo en mercados itinerantes con mi hermana.

-¿Cuál fue tu objetivo inicial?
-El objetivo era crear piezas innovadoras, atractivas, útiles y divertidas. Hacer cosas nuevas para cubrir una necesidad en el mercado de la moda en Venezuela y divertir a la gente al momento de vestirse y salir a la calle.

-Describe cuál es el concepto de tus diseños
-Piezas ergonómicas, ambiguas, que se pueden usar de distintas formas, con diferentes alternativas de uso y disposición. Son piezas para que juegues con el cuerpo a modo de rompecabezas.

-¿Cómo se te ocurren los diseños?
-Observando cuáles son las tendencias de la moda en otras partes del mundo, retomando cosas de otras épocas, buscando llenar las necesidades de la gente.

-¿Cuáles líneas manejas actualmente?
-Tenemos las carteras para mujeres, hombres y niños. Además están las "faldas-ruanitas" y algunos accesorios para el cabello.

-¿Tienes intenciones de internacionalizarte?
-El tema de internacionalizarse es muy atractivo, pero por ahora somos una empresa pequeña, conformada por una sola persona y algunos colaboradores. Así que primero vamos a enfocarnos en el mercado venezolano, que está tan falto de cosas nuevas. Si todo sale bien y crecemos mucho, mucho, mucho... ya sería otra cosa.

domingo, 1 de julio de 2007

Catando diseñadores emergentes: Verónica Casellas-Pink Ponk


Verónica Casellas buscaba integrar distintas disciplinas artísticas con el diseño de modas y, en compañía de Juan León, Yvonne Jiménez y Daniel Yanes Arroyo, consolidó Pink Ponk en el año 2005.

Como línea de ropa -también es diseño web- busca escapar de la producción estandarizada y en serie, creando piezas femeninas y masculinas a partir de la intervención y simbiosis de diferentes tendencias y materiales.

Se expresa a través de fotografía, video, moda y performance. El mes pasado presentó un proyecto junto con los artistas plásticos Marcos Mujica y Julián Higuerey.

Antes envió una propuesta de intervención a carteras al Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz Diez y participó en la IV Bienal de Fotografía el Hatillo y en el Festimage, un festival internacional de fotografía realizado en Portugal.

Actualmente trabaja en un video arte que saldrá al aire en el noviembre y, hoy, y en la séptima edición del Mercado Guayoyo (Sala Experimental del Museo de Bellas Artes) realizará una intervención performántica del espacio, en colaboración con los también diseñadores Adriana Rodríguez de Baraduo (http://www.baraduo.com/) y Alina Izquierdo de Burundanga (http://www.burundangadesign.com.ve/).

A través de su sitio http://www.pinkponk.com.ve/ se pueden adquirir sus diseños y hacer citas para visitar su taller. Así ha logrado ventas en Aragua, Mérida, Portugal y España. En el sitio se publican, además, portafolios de diseño y de otras áreas como arte, teatro y fotografía.

“Como cualquier otra persona en el mundo, siempre tenemos los caminos de la autopista para sentir, explorar y hacer. Son posibilidades por igual para cualquiera. Lo importante es, quizás, como el entorno le presta atención a algo que puede ser pequeño o grande, pero es algo por lo cual seguir, una idea divertida, esa delgada rayita que hay en todo”, comenta ella.

domingo, 24 de junio de 2007

Catando diseñadores emergentes: Ana Laya- ObjetitoSinCultos

En sus inicios, en octubre de 2006, ObjetitoSinCultos eran sólo chapitas con frases e imágenes de cultura urbana y otras ocurrencias de Ana Laya, tales como “I love Kafka”, con un escarabajo en lugar de un corazón, o “Por donde pueda señor”, entre otras expresiones criollas.

El juego se hizo más complejo y divertido con las series Juegos de Palabras, tres chapitas combinables para crear diferentes mensajes: “Doble Moral Confusa”, “Mundos Para Lelos”; o Bipolar, donde dos emociones encontradas se muestran en un solo pin que el usuario puede girar según su estado de ánimo.

Luego vinieron magnetos, tarjetas, anillos, calcomanías, libretas e, incluso, franelas. Y uno de los mayores impactos lo han tenido las tarjetas para Momentos Incómodos.

“En el último mercado Guayoyo una chica se emocionó al ver la tarjeta de ‘Renuncio’. Justamente iba a renunciar... ¡y los iba a demandar!, tal como decía la tarjeta”, cuenta Laya.

Su euforia cambia por cierta incomodidad cuando le compran la de “Quiero el divorcio”, que adentro completa la frase con: “éste es el número de mi abogado...”, seguido de una línea para rellenar.

Sus productos se encuentran en las tiendas Ochava en El Hatillo y Zoco en los Palos Grandes. También se pueden hacer pedidos directamente por el sitio web http://www.objetitosincultos.com/ .

Y el próximo domingo 1 de julio estará presentando sus últimas creaciones en el Guayoyo, Mercado de Diseño, en la Sala Experimental del Museo de Bellas Artes.

-¿Concibes y desarrollas tú sola los diseños?
-El concepto es mío y la mayor parte de los diseños también. Hay imágenes tomadas de libros y de revistas, porque no soy ilustradora, pero parte de las premisas de la marca es que todos participen. De hecho, sacamos la primera colección de chapitas de autor. ObjetitoSinCultos le dio una frase a cinco diseñadores para que cada uno diseñara lo que quisiera. En la primera edición participaron: Carolina Melguizo, Gabi Valladares, Mariaelisa Müller, Luis Carlos Mendoza y Evol.

También hay muchas chapitas que surgen por sugerencia de la gente que las ve en los mercados y se le ocurren ideas. Ha sucedido con las series "De Película", "Retroalimentación", y "Frases Criollas". Incluso hay gente que se entusiasma tanto que manda citas, fotos o imágenes a la dirección de correo para que nosotros hagamos la chapita que ellos quieren.

-A grandes rasgos, ¿cuál es el concepto de tus diseños?
-Los conceptos son siempre cambiantes. Hay muchas líneas distintas porque todo el tiempo estamos cambiando de parecer. Pero creo que la base de todo es el juego: no tomarnos demasiado en serio y hacer cosas que resulten originales y hagan que la gente se sorprenda, que le lleguen de manera directa, que le digan algo distinto, que pueda disfrutarlas y, en el mejor de los casos, se pueda reír con ellas.

-¿Qué otras anécdotas tienes de personas que hayan comprado las tarjetas para Momentos Incómodos?
-Una vez, en navidad, una señora me regañó por la tarjeta que dice que el Niño Jesús no existe, porque la tenía a la vista de los niños. Y en el programa de radio de Valentina Quintero y Elizabeth Fuentes me sugirieron hacer tarjetas con otro target de edad, por ejemplo, para Mujeres divorciadas con experiencia, con mensajes como “los maridos pasan, los apartamentos quedan”.

-¿Y con las chapitas?
-Con las chapitas pasa que los mensajes, que elegimos porque nos gustan o nos divierten, producen una identificación demasiado cercana en las personas. Se ven reflejados ellos mismos o inmediatamente piensan en algún amigo. Siempre escuchas a la gente decir "esta chapita es igualita a no-sé-quien". Y lo mejor es cuando quieren participar en el proceso de creación. ¡Objetitos somos todos! Además, son muy lindas las señoras mayores que no entienden la moda de las chapitas, ni cómo pueden usarlas, pero las ven y les gustan y te dicen que se las quieren llevar, que porfa les expliques qué hacer con ellas.

-¿Por qué ObjetitoSinCultos?
-Con el nombre comienza el juego. Es un término amplio que nos permite diversificarnos tanto como queramos y que siendo "sin cultos" e "incultos" también nos permite no tomarnos demasiado en serio.

-¿A quiénes diriges tus objetitos?
A tooooodo el mundo. La experiencia en los mercados, que te permite tener un feedback súper inmediato y directo, me ha demostrado que casi siempre hay algo para alguien y que la gente, además de apreciar las cosas por su valor estético, disfruta muchísimo de la ironía, del humor inteligente y de todas esas cosas que siente suyas y con las que se identifica, bien sea como venezolano, como joven, como viejo, como cinéfilo, como nerd, como fan de los Beatles o como TV Freak.

-En una frase: ¿Cómo definirías a ObjetitoSinCultos?
ObjetitoSinCultos es una sumatoria de todos nosotros, comunes y no comunes, con su mayor exponente.