sábado, 28 de abril de 2007

Catando nuevos narradores: Fedosy Santaella


Fedosy Santaella (1970)
En librerías: Postales Sub Sole (Ediciones de la A a la Z), De la urbe para el orbe (Antología de Alfa).
En Internet: Caja Virtual
Reconocimientos: Mención Única en Narrativa de la Bienal Latinoamericana José Rafael Pocaterra 2006, por Postales Sub Sole.

-¿Consideras que actualmente existe en realidad una propuesta diferenciada de nuevas voces narrativas?
-Existe un grupo de personas que están asumiendo la escritura como algo serio, y están haciendo las diligencias necesarias para que su trabajo se de a conocer. Es esta otra parte del oficio del escritor, que si no se realiza también, no completa el círculo. Me refiero a la publicación y a la participación más o menos constante en eventos que se relacionen con la escritura. Por eso los notamos, por eso sabemos quiénes son. Porque están allí, presentes. La actividades del Pen Club, las antologías, ReLectura, algunos premios literarios, el interés de las editoriales, todo eso forma parte de una dinámica necesaria Ahora, nunca hay que olvidar que lo más importante es escribir. Si no se escribe, no se tiene nada.

-Si es así, ¿qué distingue a estas nuevas voces?
-Quizás se vean algunas similitudes que, de primer momento, hacen pensar en cierta unidad de estilo, pero no estoy seguro aún sobre sus características fundamentales. Pareciera que nos estamos separando de lo “ininteligible”, pareciera que estamos buscando contar historias, pareciera, en cierta medida, que estamos siendo demasiado realistas o, en otros casos, demasiado intimistas. No obstante, creo que hay voces que intentan buscar algo más, y están dándole la vuelta al absurdo, al humor (la sátira, el sarcasmo, la ironía), a lo fantástico, buscando otros caminos que nos despeguen un poco de la ciudad capital. En estos momentos, es difícil definir lo que ocurre. También creo que están pasando cosas fuera del centro y que son excelentes, pero que quizás estén sólo en los blogs, o la memoria de alguna computadora de esta misma ciudad o del interior del país. Creo que hay que mirar más allá de Caracas, debemos ver qué ocurre con los premios del interior, darle la importancia que se merecen, y ver quiénes están trabajando también fuera de la gran ciudad e, incluso, los venezolanos que están haciendo cosas fuera del país.

-En tu caso particular, ¿cuáles son tus búsquedas, tus estéticas? ¿Cómo podrías definir o caracterizar tu obra?
-Yo busco contar, divertir y divertirme contando. Creo en lo breve, en lo directo, en lo poético dentro de lo directo, en el juego con los géneros, en las voces múltiples, en el humor en todas sus variantes, en sacarte la corbata, en el trabajo constante, en el cine, en el cómic, en la televisión y en las novelas baratas que consigues bajo los puentes.

-¿Cuáles crees son las principales barreras para desarrollarse como escritor?
-El escritor tiene que trabajar, las barreras son las que uno mismo se impone. Ponerse a pensar tonterías no ayuda; tonterías como, por ejemplo, asumir el miedo a la página en blanco sólo porque Cortázar o Borges escribieron antes de nosotros. Aconsejo la desmemoria, en estos casos.

-¿Crees que las editoriales están abiertas a las nuevas voces?
-Sí, algunas editoriales están a la búsqueda. Sólo que cuando una editorial te encuentra, tú tienes que tener algo que ofrecer. En caso contrario, de nada sirve que una editorial te haya echado el anzuelo.

-¿Y la crítica?
-Dentro de esta olla de cangrejos donde pululan los comentaristas de la envidia, el crítico debe ir de la mano del escritor y apoyarlo en su trabajo. No se me mal entienda, pero creo que es más fácil destruir que crear (la crítica es un acto de creación), y para crear, hay que ponerse serio y dejar las mezquindades.

-Las editoriales últimamente han publicado muchas obras venezolanas, pero dedicadas a ensayos y grandes reportajes ¿Crees que hay posibilidades para el autor de ficción?
-Un autor de ficción tiene, sin duda, más posibilidades que un poeta. Creo que quizás esta narrativa que ahora busca contar y piensa más en el lector que en el onanismo literario, atrae a las editoriales y tiene más posibilidades de comercializarse.

-¿Cuáles serían tus expectativas y necesidades para desarrollarte como escritor?
-Aquí lo que hace falta es que la gente empiece a creer más en lo que tiene en casa, y que deje de lanzar tomates y otras porquerías verbales en lugares como los blogs de “crítica literaria”, en foros literarios de la red, o en las librerías encumbradas en las que da miedo entrar de los solemnes que son. Esas son mis expectativas y mis necesidades, digamos más bien, mis vanas esperanzas.

-Recopilaciones de nuevas voces o encuentros como la Semana de la Narrativa a veces unen autores de distintas generaciones, a veces no tan nuevos y muy distintos. ¿Qué consideras positivo y negativo de estas iniciativas? ¿Qué sugerencias harías para mejorarlas?
-Las cosas hay que hacerlas, y me parece bien lo que se está haciendo. Ahora, este país siempre ha tenido autores “jóvenes” de cincuenta años o más. Creo que hay que distinguir. Quizás haya autores no tan “jóvenes” de edad, pero que empezaron a publicar y darse a conocer recientemente. Luego, existen otros con obra publicada, reconocidos y que están escribiendo desde hace tiempo, y que están en esos eventos. De estos autores prefiero no hablar, lo que sí puedo decir es que las “arrugas literarias” siempre se notan de cerca.

-Hablando en términos de acto creativo, ¿cuál crees ha sido tu mayor acierto y tu mayor error?
-Aún me falta mucho para poder responder esta pregunta con seguridad. Uno va dando tumbos y lo que cree que es un error se convierte en un acierto, y lo que cree que es un acierto termina siendo un error. Así trabaja el tiempo sobre nuestras tristes almas. A lo mejor las respuestas a esta excelente entrevista son un error mayor, pero quién sabe.

-¿De qué viven las nuevas voces?
-Espero que de escribir e imaginar. Yo he trabajado durante mucho tiempo en los medios audiovisuales.

-¿En qué estás trabajando actualmente?
-Trabajo en dos libros de cuentos, uno de humor y el otro también.

-¿Cuál crees será el futuro de las nuevas voces?
-Lo que queda es el trabajo, y eso jamás podrán condenarlo el olvido y la mezquindad.

[Entrevista realizada como parte de mi investigación para el reportaje Venezuela descubre nuevas voces narrativas, publicado en el diario El Mundo el 23 de abril.]

miércoles, 25 de abril de 2007

Catando nuevos narradores: Roberto Echeto

Para profundizar en los temas tratados en el reportaje sobre nuevos narradores venezolanos, publicado en el diario El Mundo el 23 de abril, a partir de hoy estaré compartiendo las consultas que hice a diversos autores. Aquí va la primera:


Foto: Jorge Aguirre

Roberto Echeto (1970)
En librerías: Cuentos líquidos (Joyas del patio), Breviario galante (Fundación para la Cultura Urbana), No habrá final (Alfa), Las voces secretas (Antología de Alfaguara).
En Internet: Roberto Echeto presenta
Reconocimientos: Fundación para la Cultura Urbana del año 2003

-¿Consideras que actualmente existe en realidad una propuesta diferenciada de nuevas voces narrativas?

-Sí, pero hay que matizar la respuesta porque podría suponerse que este grupo de «nuevas voces narrativas» irrumpió en el horizonte literario de manera violenta, hablando mal de los escritores del pasado, denigrando de la tradición y creyendo que antes que ellos no había literatura en este país, y eso no es verdad. Estos escritores (casi todos menores de 40 años) arribaron al panorama literario conscientes de que son herederos de los grandes, de Ramos Sucre, de Teresa De La Parra, de Gallegos, de Úslar Pietri, de Picón Salas, de Massiani, de Chocrón, de Elisa Lerner, de Victoria Di Stefano, de Ednodio Quintero. Las nuevas generaciones no son mezquinas y reconocen que su presencia en el panorama literario actual responde a la continuidad de un proceso que empezó hace mucho tiempo y del que no vale la pena renegar.

Y así como las nuevas generaciones de escritores leen y homenajean a sus antecesores, también son más dadas a leer, a criticar y a divulgar las obras no sólo de sus contemporáneos, sino las de los que les suceden. En ese sentido, creo que estos escritores, sin necesidad de firmar manifiestos, ni de andar de abrazo en abrazo, tiene conciencia de que cada uno forma parte de algo más grande que cada uno de ellos.

-Si es así, ¿qué distingue a estas nuevas voces?

-Creo que estas voces se distinguen fundamentalmente por:

1. El humor;
2. El uso sin complejos ni pruritos de referencias a la cultura popular universal al lado de referencias a temas de la «cultura cultural» (ésa que se escribe con C mayúscula);
3. El uso de un lenguaje sencillo al servicio del relato;
4. la conciencia de que a los lectores hay que enamorarlos porque no existe literatura sin un público lector;
5. La necesidad de escribir no tanto sobre nuestro entorno como sobre nuestros puntos de vista porque, al fin y al cabo, lo único que sobrevive en la memoria de los hombres es aquello sobre lo que se escribe.

-En tu caso particular, ¿cuáles son tus búsquedas, tus estéticas? ¿Cómo podrías definir o caracterizar tu obra?

-Yo escribo las historias que quisiera leer. Así como hay autores a quienes les gustaría escribir algo equivalente a Mahler o a Strauss, a mí me encantaría escribir algo equivalente a Ginger Baker y a Eric Clapton.

-¿Cuáles crees son las principales barreras para desarrollarse como escritor?

-El calor, el ruido, los zancudos y los idiotas que creen que tú no trabajas.

-¿Crees que las editoriales están abiertas a las nuevas voces?

-Sí, claro que sí. Y se abrirán más.

-¿Y la crítica?

-La crítica actúa con prudencia y espera que pase el tiempo para ver qué repercusiones reales (y no faranduleras) tienen los libros que salen al mercado. A veces espera demasiado, y los escritores nos ponemos ansiosos, pero, en general, nuestra crítica está abierta y atenta a las nuevas propuestas.

-Las editoriales últimamente han publicado muchas obras venezolanas, pero dedicadas a ensayos y grandes reportajes ¿Crees que hay posibilidades para el autor de ficción?

-Claro que sí. Los ensayos literarios e históricos más los reportajes periodísticos que abundan en los catálogos de nuestras editoriales, y que pretenden explicar los fenómenos sociopolíticos de nuestro país, nos descubrieron a los venezolanos que hay un público ávido de entender su entorno y su tiempo a partir de lo que escriben no sólo los grandes autores del mundo entero, sino sus coterráneos.

Como la ficción también sirve para explicar tu realidad, pues los lectores venezolanos necesitan y esperan que sus autores les cuenten su versión del mundo.

-¿Cuáles serían tus expectativas y necesidades para desarrollarte como escritor?

-Tengo miles de necesidades como escritor y muy pocas expectativas. Dadme una computadora, un disco de Marilyn Manson, una Coca Cola bien fría y dejadme solo durante un par de horas a ver qué pasa.

-Recopilaciones de nuevas voces o encuentros como la Semana de la Narrativa a veces unen autores de distintas generaciones, a veces no tan nuevos y muy distintos. ¿Qué consideras positivo y negativo de estas iniciativas? ¿Qué sugerencias harías para mejorarlas?

-No hay nada negativo. Esos eventos sólo generan hechos positivos. ¿Que no invitaron a alguien que debían haber invitado? Pues en otra oportunidad será. ¿Que invitaron a uno que no debían? Pues qué lástima. El tiempo se encargará de decir si los organizadores de ese evento se equivocaron o no invitándolo.

Y, por los momentos, no tengo ninguna sugerencia. Esos eventos tienen su propia dinámica y es muy difícil que todos quedemos contentos, pero repito: hay que estimular que se sigan haciendo y en algún momento la rueda girará de modo que aquél que no quedó contento hoy, quedará contento mañana.

Todo lo que tiene que ver con la literatura está ligado a la paciencia, a la perseverancia, al sacrificio, al trabajo duro y a comprender que nunca serás un maestro, que siempre serás el discípulo solitario de un maestro invisible e implacable.

-Hablando en términos de acto creativo, ¿cuál crees ha sido tu mayor acierto y tu mayor error?

-Mi mayor acierto es haberme comprado un aparato de aire acondicionado. Mi mayor error fue haber tratado de instalarlo yo mismo. El calor es el peor enemigo de los escritores. Las neuronas comienzan a producir tonterías después de los 30°C.

-¿De qué viven las nuevas voces?

-No tengo idea de qué viven los demás escritores. Yo vivo de escribir para la radio (soy el libretista de Papelón con limón, un programa que se transmite de lunes a viernes a través de la Mega 107.3 FM, de 12 del mediodía a 2 de la tarde), de dar clases en el Programa Superior de Escritura Creativa del ICREA y de redactar crónicas para una revista que se llama Claro y que circula todos los domingos en Maracaibo, Puerto La Cruz, Coro, Mérida, Maturín, San Felipe, Barquisimeto, etcétera. Aparte de eso, escribo a destajo piezas publicitarias y escucho rock and roll.

-¿En qué estás trabajando actualmente?

-Estoy trabajando en unos cuentos, pero los tengo rodeados de andamios y con un letrero que dice «no pase si no es empleado».

-¿Cuál crees que será el futuro de las nuevas voces?

-Los que sobrevivan a las miles de adversidades que rodean a este oficio, los que sigan escribiendo y los que se superen a sí mismos y se planteen ideas y proyectos superiores a sus fuerzas, se convertirán en «viejas voces» y les darán paso a otras nuevas voces que surgirán en el futuro. Nosotros sólo somos un eslabón más de una tradición.

martes, 24 de abril de 2007

Catando nuevas voces narrativas

En el marco del Día Internacional del Libro y el inicio de la II Semana de la Narrativa, en el diario El Mundo publiqué hoy un trabajo especial sobre nuevos narradores venezolanos.

Quienes no hayan podido comprarlo, aquí pueden visualizar el reportaje o haciendo click en la imagen.

Tal como comenté en la entrada anterior, las conversaciones con estos escritores nóveles fueron tan enriquecedoras e interesantes que no quisiera limitar sus palabras al siempre reducido espacio del periódico.

Próximamente aquí iré publicando una a una las entrevistas con: Roberto Echeto, Jesús Nieves Montero, Fedosy Santaella, Salvador Fleján, Rodrigo Blanco Calderón y Héctor Torres, éste último como promotor de las nuevas voces a través de FicciónBreve y la Semana de la Narrativa.

¡Salud por los autores emergentes!


sábado, 21 de abril de 2007

Nuevos narradores el lunes en el diario El Mundo

Dejándome impregnar por el ambiente de la segunda edición de la Semana de la Narrativa Urbana, que tomará el Centro Cultural Chacao del 23 al 27 de abril, preparé un reportaje especial sobre nuevos narradores venezolanos, que saldrá el próximo lunes en el diario El Mundo.

Gracias a la acuciosa y amabilísima ayuda de uno de sus organizadores, Héctor Torres –y algunos consejos de Israel Centeno-, pude contactar a varios de la considerada nueva generación de escritores de ficción: Fedosy Santaella, Salvador Fleján, Roberto Echeto, Jesús Nieves Montero, Rodrigo Blanco… y algunos más.

No están todos los que son y quizá en un futuro no serán todos los que ahí están. Pero quise brindar, al menos, una pequeña panorámica a los lectores de un medio masivo y tradicional acerca de qué cosas nuevas podían leer y dónde podían encontrar solvencia literaria para seguir explorando.

Los noveles y unos contaditos no tan noveles autores (¿será que alguno cambiará la v por la b? ;-) me comentaron de sus búsquedas, expectativas, estilos, apuestas e inquietudes.

Como era de esperarse, el espacio en el periódico no dio para mucho, pero como las entrevistillas-encuestas quedaron tan interesantes, pedí permiso a los dolientes y pienso irlas publicando por partes aquí.

Y en la II Semana de la Narrativa

El lunes empezará también la II Semana de la Narrativa Urbana, organizado por el Pen de Venezuela. A partir de las 7 p.m. en esta oportunidad leerán:

Lunes 23
Álvaro Pérez Capiello, Víctor Vegas y Gisela Kozak

Martes 24
Ricardo Waale, José Tomás Angola y Carlos Ávila

Miércoles 25
Mario Morenza, Marianne Díaz y Eduado Cobos

Jueves 26
Carolina Rodríguez, Rafael Victorino Muñoz y Miguel Hidalgo

Viernes 27
Arnoldo Rosas, Leopoldo Tablante y Ana García Julio

El amigo Héctor Torres (me quito el sombrero ante su labor de documentación y promoción en FiccionBreve.org) cuenta que, aunque no se podrá bautizar el día de cierre, el encuentro sí contará con un libro recopilatorio, editado esta vez por la Fundación para la Cultura Urbana, con prólogo de Carlos Pacheco.

Lo esperaremos.

¡Salud por las nuevas y novísimas voces, y por la constancia de autores y promotores!

lunes, 16 de abril de 2007

Catando pelis: Más extraño que la ficción

La idea de que un ser común y corriente se despertara un día para descubrir que era un simple personaje de una historia y que debía encontrar al autor, antes de que éste lograra escribir –o dictaminar- su inminente muerte, era para mí un dulce difícil de resistir.

El argumento de Más extraño que la ficción (Stranger than fiction, 2006) no sólo se conectaba de muchas maneras con mis búsquedas y predilecciones, sino que, además, me recordaba historias e imágenes que he disfrutado en diferentes momentos de mi vida.

Recordé “Las Ruinas Circulares” de Jorge Luis Borges, con ese hombre que es soñado por otro que a su vez es soñado; también aquél, de Julio Cortazar, que sentado en un sillón verde leía en un libro su propio asesinato; y hasta la mano pintada por el otro Borges –Jacobo- que dibujaba una montaña y a otra mano dibujando una montaña y así hasta el infinito.

“Ésta es la historia de un hombre llamado Harold Crick... y su reloj de pulsera”, narraba la voz de Emma Thompson, quien encarna a la escritora y demiurgo del personaje. La frase inicial prometía, pues, también humor.

El detalle es que Harold Crick era encarnado nada menos que por Will Farell. Un actor de comedia, cuyo esfuerzo por ser gracioso y trabajos patéticos como el de Hechizada (2005), no me parecían muy buena referencia. Su sobreactuación podía dañar cualquier buena intención.

Sin embargo, el desastre no ocurrió.

Más extraño que la ficción me resultó interesante, inteligente, fresca, divertida; sin pedanterías intensas, pero tampoco cayendo en trivialidades. Dirigida por Marc Forster, con guión de Zach Helm, posee diálogos y situaciones inteligentes, sin dar concesiones a la comicidad bobalicona.

El reparto es más que solvente: Emma Thomson, como la escritora atormentada; Dustin Hoffman, como un excéntrico profesor de literatura a quien Harold acude para identificar a su autor; Maggie Gyllenhaal, como la anárquica cocinera, que termina de trastocar la rutinaria vida de Harold. Y, contra todos mis pronósticos, Forster hasta logra sacar una interpretación digna y creíble por parte de Farell.

Más extraño que la ficción no es una película de carcajadas, sino de sonrisas cómplices, mientras nos inserta simpáticamente en grandes inquietudes del hombre: la prisión creada por la rutina; el encuentro del amor y la liberación sólo ante el shock de una inminente muerte; la desesperación de una autora ante el estancamiento creativo.

La dirección artística y los encuadres están muy bien cuidados y limpios. Y la narración se completa con ideas visuales, detalles gráficos superpuestos a la película, que terminan de definir a los personajes de forma innovadora y dan una atmósfera particular y actual al film.

Así, un contador sale dibujado al lado de Harold para mostrar cómo trabaja su mente neurótica contando las cepilladas a sus dientes, los pasos hacia el trabajo, o cuánto jabón queda en las jaboneras de un baño público.

Gracias a Helm, la historia está además revestida de giros y pistas sutiles como los nombres de personajes, calles y negocios: Crick, Pascal, Eiffel, Escher, Banneker, Cayly… todos matemáticos que se centraron en el orden.

La película me pareció muy literaria por tema y estructura, pero sin caer en pretensiones pesadas. Me recordó por momentos a Cómo ser John Malkovich (Being John Malkovich, 2005). Y, aunque algunos críticos han notado algunos altibajos de ritmo, a mí me mantuvo siempre entretenida con su juego metalinguístico.

En su relativamente corta carrera, el director alemán criado en suiza ha experimentado muchos géneros: el drama con Monster’s ball (2001), la fantasía con Finding Neverland (2004) y hasta el triller psicológico con Tránsito (Stay, 2005). Si bien ninguna se ha considerado una obra maestra, han sido películas ricas e innovadoras. Habrá que estar pendiente para nuevas entregas.

Argumento:

Una mañana, un solitario y monótono agente de la Agencia de Impuestos de Estados Unidos, Harold Crick, comienza a escuchar una voz femenina que narra, de manera detalladamente alarmante, cada una de sus acciones, pensamientos y sentimientos.

Cuando la narradora que sólo él puede escuchar anuncia su inminente muerte, la controlada y rutinaria vida de Harold queda irremediablemente trastocada. Él debe descubrir quién es la autora de su historia y persuadirla para que cambie su final fatal.

Ficha técnica:
Dirección: Marc Forster
País: EEUU
Año: 2006
Duración: 113 min.
Género: Comedia dramática
Interpretación: Will Ferrel (Harold Crick), Maggie Gyllenhaal (Ana), Dustin Hoffman (Jules Hilbert), Queen Latifah (Penny Escher), Emma Thompson (Karen Eiffel).
Guión: Zach Helm

lunes, 9 de abril de 2007

Salva una palabra de la extinción

Desde las sonoras palabras de origen árabe -almizcle, alfeñique o alféizar- hasta ésas que recuerdan graciosos insultos de la infancia de nuestros abuelos -zampabollos, gaznápiro o zongolongo- pueden salvarse de la extinción.

Hasta el próximo 23 de abril, cuando se celebra el Día Mundial del Libro, la Escuela de Escritores de Madrid y la Escola d'Escriptura del Ateneo de Barcelona estarán recibiendo tus propuestas de palabras en castellano, que podrían salir de los diccionarios por el desuso y olvido.

Siguiendo la línea de la convocatoria del 2006, cuando más de 40 mil internautas hispanohablantes escogieron la palabra más bella, esta vez se espera que apadrines una palabra ; ésa “que te gustaría que viva cuando tú ya no estés”.

Para participar sólo tienes que visitar www.escueladeescritores.com; llenar un formulario con el término que no quieres que se pierda; explicar su significado y usos; y, sobre todo, contar tus razones para querer protegerla de la extinción.

Una vez incorporada la palabra y argumentada su protección, también podrás apadrinar cinco palabras propuestas por otros internautas o por los padrinos de honor -escritores, periodistas, políticos y otras personalidades de la cultura, que colaboran con la iniciativa.

Tal como lo explica la presentación del programa, entre 1992 y 2001 se desterraron más de seis mil términos del Diccionario de la Real Academia Española.

Ahora, para salvar la palabra favorita, se están esgrimiendo desde razones técnicas y etimológicas, hasta conmovedoras anécdotas familiares.

“Mi padre es zahorí”, comentó Ana Salazar Porres, desde España. “Si desaparece la palabra, ¿tendré que decir siempre que es radiostesista?

Y Julia Rubio la apoyó: “Cuando era una cría, mis padres llamaron a un hombre que vivía en el pueblo. Contaban que era capaz de encontrar lo invisible. Sin saber nada de nosotros, sin conocer la pequeña huerta, caminó a grandes zancadas. Fue de las plantas de alcachofas al ciruelo y dijo: Aquí. El agua apareció muchos metros después y bastante más allá. Pero él lo sabía con solo cruzar dos ramas. Se llamaba Zahorí y creo que era árabe”.

Yapa, frufru, bochinche, saltimbanqui, cazcarria, taita, zoquete, pardiez, forroñoso y muchísimas palabras más ya están postuladas para entrar en esta arca de noé.

“Queremos que nos ayudes a salvar el mayor número posible de esas palabras amenazadas por la pobreza léxica, barridas por el lenguaje políticamente correcto, sustituidas por una tecnocracia lingüística que convierte en ‘técnicos de superficie’ a los barrenderos de toda la vida o perseguidas por extranjerismos furtivos que nos fuerzan a hacer 'outsourcing' de recursos en lugar de subcontratar gente”, es el grito de guerra de los organizadores.

El próximo 23 de abril, los vocablos más apadrinados por los internautas serán incluidos en www.reservadepalabras.org, donde –desaparezcan o no del diccionario- sobrevivirán para ésta y próximas generaciones.

Por lo pronto, divirtámonos desempolvando términos y escudriñando razones.

¡Salud por un léxico que evoluciona sin olvidar su historia!

lunes, 2 de abril de 2007

40 años de Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band


Hace 40 años, el 31 de marzo de 1967, los Beatles posaron para la foto que, probablemente, constituya la portada más famosa de la industria del disco: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967).
Considerado uno de los mejores discos pop y uno de sus entregas más artísticas y originales, tanto por sonido como por diseño, Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band se convirtió en referente del arte en los sesenta y en un hito que marcó el cambio del concepto de carátula.
De un simple envoltorio, pasó a ser pieza de arte y parte importantísima de la experiencia musical.
En homenaje a la portada más parodiada de la historia, el diario El País publicó un interesante artículo.

domingo, 1 de abril de 2007

Catando autores: Alfredo Bryce Echenique

Estar “felicísimo y como un niño”, declaró la semana pasada Alfredo Bryce Echenique, anunciando desde su Lima natal que había finalizado su última novela: Las obras infames de Pancho Marambio.

"El protagonista es un falso arquitecto y buen amigo de un peruano que le encarga unos asuntos al instalarse en Barcelona y quien sufre de una enfermedad congénita de su familia, que él ha superado con una voluntad de hierro y con una vida exitosa: el alcoholismo", explicó emocionado, atropellando palabras.

Y yo recordé aquel perfil que publiqué en la Revista Primicia, cuando su novela Reo de Nocturnidad acababa de ganar el Premio Nacional de Narrativa de España, y él se regresaba a Lima.

Desde entonces a su hoja de vida se han agregado nuevos hitos: el Premio Planeta 2002 por El Huerto de mi amada; la publicación de sus Antimemorias, en dos entregas, y de la recopilación de ensayos titulada Entre la soledad y el amor. Desgraciadamente también ha tenido que enfrentar lastimosas acusaciones de plagio.

Ya con 68 años, no soportó pasar el resto de su vida viendo las horrendas playas del Perú, como acostumbraba decirles. Pero sí logró estabilizarse alternando sus días entre España y Lima.

Desde esta última cuenta que su novela será presentada en Barcelona, en el otoño de este año. Sirva, pues, su próxima entrega para recodar aquel retrato:

Embriagado antihéroe de sí mismo

Después de más de tres décadas en Europa, Alfredo Bryce Echenique, cansado pero exitoso, termina las maletas de su regreso al Perú con dos nuevos libros y humor agridulce

“Yo soy ese hombre que bajó del tren”, cuenta al comienzo de su novela Reo de Nocturnidad, Alfredo Bryce Echenique. “Sí. Ese mismo. O, mejor, mucho mejor, yo soy aquel hombre que bajó del tren. Porque hay que decirlo así, con énfasis, para dar una idea más precisa de la diferencia, de la enorme distancia, hoy, entre el tipo que se instaló en esta ciudad y el que ha llegado a ser”.

Ciertamente como Max Gutiérrez, el insomne antihéroe de este libro, reciente ganador del Premio Nacional de Narrativa de España, Bryce fue un prisionero de la noche. Pero qué distancia hay también entre aquel joven –abogado por sus padres, licenciado en Letras por él– que desembarcó en París buscando la fiesta de Hemingway, y el que ahora prepara su regreso al Perú natal, el que con sonrisa guasona asegura que los 18 mil dólares del premio serán “para pagar deudas”, el que se va de gira entusiasmado, porque va a presentar dos nuevos libros con Alfaguara, “la más grande y poderosa editorial de la lengua española”.

Nació en Lima en 1939, en medio de una guerra europea y un golpe de estado en Perú. Su acomodada familia le dio, como al niño de Un mundo para Julius, la educación anglosajona y la disciplina religiosa propia de alguien con antepasados importantes. Pero también le transmitió el humor para burlarse de su oligarquía, así que hoy, como Martín el de La vida exagerada de Martín Romaña, odia no poder hacer reír a alguien en el momento justo.

Igual que el protagonista de Tantas veces Pedro, encontró la esencia de su peruanidad por las calles de París, Peruggia, Barcelona y Madrid. En 33 años se doctoró en La Sorbona, fue profesor de las universidades de Naterre, La Sorbona, Vinceness y Montpellier, pero especialmente liberó sus letras, siguiendo los pasos de sus amigos Julio Ramón Rybeiro y Julio Cortázar.

Como Manongo Sterne, de No me esperen en abril, todavía en las noches luce como el dandy capaz de cualquier cosa por sus amigos. En su discurso por bares y cafés, no faltan las historias hiladas desde el detalle, los chistes casi involuntarios a partir de su propia “miseria”. “Es de los que te dice que su tío heredó la Telefónica Nacional del Perú”, cuenta su amiga y fotógrafa Jenny Woodman, “pero cuando tú le dices ‘qué bueno’, te sale con que ‘pero si mi tío es sordo’”.

Nunca es mezquino en sus respuestas, “siempre que se haya tomado la primera copa”. En Perú fue célebre cuando se presentó pasado de tragos en una entrevista por Global Canal 13.

El escritor “hablaba con dificultad, dio incluso la sensación en los instantes finales del programa de haberse quedado dormido”, reseñó para el mundo la agencia AFP.

Luego fue frente a las cámaras de Jaime Baily, pero a pesar del temblor de sus manos, el entrevistador –como el público– escuchó embelesado lo que salía de debajo de su bigote, esa voz grave que pareciera venir de mucho más adentro que su imagen de excelente gourmet y sibarita.

Y es que este hombre embriagado de vida, alcohol y mujeres, es en realidad tan tímido que cuando el público comenzó a aclamarlo por Un Mundo para Julius, descubrió que el éxito lo intimidaba y pensó en el suicidio. Soñó con alquilar un cuarto donde escribir y recibir sólo a los amigos que “no pudieran hacerle daño”.

Cuando las circunstancias lo obligaban a salir ante las cámaras o asistir a una fiesta de poderosos, recurría al alcohol. “Así aparecía un tipo exótico, charlatán, encantador; pero, en el fondo, sólo era un showman apoyado en la botella”, reconoció después.

“Alfredo es una emotividad en busca de orden”, asevera en la actualidad su amigo Mario Vargas Llosa, uno de los que se quedó estupefacto al entrar a su apartamento impecable. Una profesora colombiana dijo una vez que echaba por tierra los valores del machismo, y muchos han adivinado algo así como un “profundo lado femenino” detrás de sus letras. En todo caso, ese temor de molestar, ese deseo desmesurado de que los que quiere estén bien, ese volverse tan “mínimus” que conmueve, lo acerca sobre todo a Martín Romaña.

El de carne y hueso también es incapaz, en principio, de levantar el teléfono para pedir ayuda, “pero se muere porque lo llamen”, según apunta Woodman. “Si quedó en esperarte en la estación de tren, puedes encontrarlo todo mojado por la lluvia”, comenta. “Y si le preguntas que por qué no esperó bajo techo, no tiene explicación”.

Las situaciones “exageradas” tampoco le han faltado. Una venezolana llegó a encontrarlo en Colombia temblando porque le habían dado 30 mil dólares en efectivo y tenía que viajar. Se forró completamente el cuerpo de billetes y mientras tomaba un café miraba nervioso de lado a lado, temiendo que lo confundieran con un narcotraficante.

Sí es el eterno enamorado, pero no el loco a la caza de la inspiración, que garabatea servilletas en un bar. Es incapaz, según dice, de escribir una palabra con el alcohol de por medio. Y como escribe tan rápido tuvo que crear su propia fórmula para abreviar las palabras de su narrativa de oraciones largas, mezcla de risa y de lágrimas, de ridículo seductor.

Cuando recibió la distinción de Caballero de la Orden de Las Artes y Las Letras de Francia, el embajador francés en Madrid, André Gadaud, lo definió como el joven eterno y desconcertado, que se había abierto paso con las literaturas más disparatadas. “El humor ha sido una forma de estar en el mundo, un pararrayos vital”, dice él. “Mi literatura nace de un empacho de asombro, es la única forma que tengo de darle respuesta a la angustia que me produce la realidad”.

“A Sylvie Lafaye de Micheaux, porque es cierto que uno escribe para que lo quieran más”, escribió como dedicatoria de uno de sus libros. Y “en realidad es que uno es una persona tímida, uno es una persona que ha dudado tanto de sí mismo, que la escritura es un medio de ser respetado, de ser querido más por las personas que uno quiere”, explicó en una entrevista. “Con mi familia eso ha ocurrido. Creo que ahora me respetan mucho más que si hubiera sido un pésimo banquero, que era lo que ellos querían que fuera. Ya el loco, pues, era loco de verdad, logró hacer una obra literaria”.

Tenía 30 años cuando publicó Un mundo para Julius y lo catalogaron del boom junior por su irreverencia. “Nunca imaginé que en este país (España) podía haber tanta televisión, tantos periódicos, tantas entrevistas”, dice ahora acosado por la prensa ante su último premio. Hace tiempo que duerme bien, aunque, según algunos, los años lo han puesto un poco achacoso. “Yo creo que quiere apartarse de la vida mundana”, advierte la fotógrafa Karín Dannely. Sin embargo, nadie le ha quitado ni su fanatismo por Sinatra, ni su humor, ni su dosis de rebeldía.

En las tres semanas que le quedan antes de viajar al Perú, va a presentar sus dos nuevos libros, La amigdalitis de Tarzán y Guía Triste de París, en La Coruña, Barcelona y Londres, y en una entrevista por el canal internacional de la Televisión Española. Para principios del próximo año ya estará instalado en su tierra natal. “De pronto estás frente a una playa maravillosa en Mallorca y te das cuenta de que añoras las playas grises y horrendas de tu país”, dijo en una ocasión. Una casa con vista al mar lo espera en Lima.