lunes, 29 de junio de 2009

Sónar 2009 y su encuentro con África:
Lo cool y el primitivismo en el nuevo milenio


Ser el centro de lo más innovador de la cultura urbana es una idea -o un desiderátum- que cruza todo el Festival Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia de Barcelona, Sónar. Es a esa figura que pretenden acercarse y, si pueden, capturar para sí, desde la misma ciudad que lo alberga y lo apoya institucionalmente, hasta los patrocinadores y esos asistentes que se revisten de sus atuendos más ‘modernosos’ y no tardan en convertir la ocasión en sesión fotográfica alternativa.

“Art and cool inside”, decía en sus vitrinas el El Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA), invitando seguramente no sólo a disfrutar del aire acondicionado, sino a completar la experiencia ‘cool’ de pasearse por sus minimalistas pasillos blancos; ver ese arte “de avanzada”, como promete el nombre del evento; y, con suerte, integrarse con él, al juguetear con los artilugios expuestos en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), dentro de SonarMática.

En su 16º edición, el Sónar quiso retomar su perfil electrónico originario y para ello revivió a clásicos del disco y el techno, como Grace Jones y Orbital, y hurgó entre los emergentes artífices del ritmo, así como en sus vertientes más pop, más rock o más experimentales.

Pero como si se tratara de un capítulo sobre lo Ur Pop, en el Homo Sampler de Eloy Fernández Porta, esta vez lo ‘cool’ se encontró con el primitivismo. La línea trazada al futuro, desde ese espacio ultramoderno y eurocentrado, se cruzó con el África. Y fueron sus sonidos exóticos, su energía y su rastro analógico los que terminaron de conducir al trance.

Primero fue el jazzman etíope Mulatu Astatké, mayormente conocido en Occidente por la banda sonora del film Flores Rotas. A sus sesenta y seis años, contrastaba un poco con su traje blanco y aire solemne frente al vibráfono. Pero con una mezcla de funk, jazz, guiño latino y sonoridad tradicional etíope logró hipnotizar y compactar en el sitio a esa masa generalmente itinerante del Sónar Día.

El vuelo etnojazzístico no paró ni ante las deficiencias de acústica, ni ante el par de interrupciones eléctricas sufridas en la carpa del Sonar Dome. A fuerza de palmas y toda clase de giros astutos por parte de la banda The Heliocentrics continuó implacable, fresco y clásico a la vez.

Más tarde lo que terminó de montar la fiesta fue el ritmo hipnótico, pero crudo y analógico, de la banda congoleña Konono Nº 1. Con ocho músicos, coros con tendencia tribal, mucha percusión y sus peculiares likembes -los pianos de pulgar que su líder potenció con lengüetas recicladas de desguaces de carros, y micrófonos caseros-, puso a bailar a todos sus larguísimas piezas, plagadas de ritmos cíclicos, progresiones extendidas y descargas frenéticas. Después de todo, también era trance.

Al día siguiente, el sirio Omar Souleyman volvió a calentar los ánimos que con estrellas emergentes como La Roux se habían mantenido sólo tibios. Y no le hizo falta demasiado: unos tecladillos como de feria, un laúd y su imponente presencia, con lentes oscuros y turbante, bastaron para que la masa juerguista del Sonar Village comenzara a bailar los ritmos mántricos y festivos del tradicional dakbe, obviamente de la forma menos ortodoxa que él hubiera podido presenciar.

La estocada final vino con Buraka Som Sistema, que trajo por segunda vez su kuduro, la versión angoleña del house, combinando soca y rai con electrónica y rap, e inyectándole además otros ingredientes como breakbeat, dubstep y grime, para erigir una exuberante fiesta anclada en lo atávico, pero de vuelo futurista.

El sondeo al “latido africano” resultó, pues, más que exitoso. Y aunque los organizadores aclaran que el Sónar no se convertirá en un festival étnico, para próximas ediciones aseguran darán aún mayor fuerza a las propuestas de África que apuesten a la renovación de la música tradicional, a través de las nuevas tecnologías. En tiempos de integración europea y crisis mundial, miren, pues, de dónde provienen los sonidos de avanzada.

Más del Sónar

En el próximo número de la revista LaDosis saldrá mi informe completo de la edición 2009 del festival. Como adelanto, aquí he publicado algunas otras notas:

lunes, 22 de junio de 2009

Cuchillo en entrevista para la revista LaDosis:
“Al hipnótico filo del folk”

Hace unos meses escribía, en una serie titulada Música contundente para llevar, un post acerca de Cuchillo, un dúo que comenzó conquistando la escena catalana con minimalistas toques en directo, y que en 2008 terminó de erigirse como banda revelación en las listas españolas, gracias a un disco debut de inspiración retro y melodías revestidas de loops.

Oriundos de San Sebastián y Vigo, Israel Marco (Guitarra y voz) y Daniel Domínguez (batería) se conocieron en el emblemático Café Zurich de Barcelona -sí, no es cliché- para dar origen al grupo.

No lejos de allí me encontré con Israel, el compositor de la banda, para una entrevista de presentación a Venezuela, que se acaba de publicar en la edición #4 de la revista LaDosis, y que aquí reproduzco en versión ampliada.

Si de introducciones se trata, los medios y la crítica no dejan de ubicar a Cuchillo entre lo mejor y más fresco de la Península: 1er. Mejor Debut y 2do Mejor Disco Nacional de 2008, según Muzikalia; Mejor Disco Nacional para Go Mag; 4to Mejor Disco en el ranking de Scanner FM, y el 8vo. mejor según la revista Rockdelux.

Enlazando loops de guitarra, armonías de voz, baterías con distintas texturas y mucha percusión, han teloneado a grupos como Black Rebel Motorcycle Club, Damon & Naomi y Carla Bozulich, además de compartir escena con bandas amigas como The Black Angels y Magic Mirror.

Sus directos siempre sorprenden. Es difícil creer que lo envolvente de su sonido proviene de sólo dos músicos que experimentan con capas de guitarra, voz y batería. Y a la hora de definir su sonido no hay más remedio que acudir a una retahíla de referencias que van de la psicodelia británica y de la Costa Oeste de Estados Unidos, al krautrock alemán, el post-rock y el folk.

“Hay gente que dice que sonamos muy americano o británico, pero para ellos somos exóticos”, comenta divertido Israel, recordando la gira que los llevó de Tucson a Portland, pasando por el desierto de Joshua Tree, hasta San Francisco, Los Ángeles y Nueva York. A éstas y otras ciudades volverán al final del verano, luego de varios toques por España y Europa.

Este 17 de julio se presentarán en la Plaça del Rei, en el marco del Festival Grec 09, junto con Bèstia Ferida y DJ Manu González. Y ya están debatiendo sobre lo que será su próximo disco que, según prometen, seguirá al filo de las clasificaciones.

-Cuando se habla de Cuchillo se menciona desde Popul Voh, hasta Syd Barret, la Velvet Underground y The Byrds. Aunque pueden ser odiosas las clasificaciones, ¿cómo se presentarían a Venezuela?

Para mí siempre es muy difícil clasificar, porque es la música que hago y debería hablar por sí sola. Además, clasificar no es mi trabajo (risas)… pero diría que es un rock muy abierto, con un punto muy hipnótico y también un mimo a la canción, por lo cual podríamos decir que también tiene una raíz pop. Es más como un rock fronterizo hipnótico experimental, con pinceladas de folk.

-En Cuchillo puede percibirse claramente una raíz de psicodelia. ¿Qué cosas han tomado de los 60 y 70 y cuáles serían los aportes que los ubican en la actualidad?


De los 60 está sobre todo la psicodelia a nivel de apertura y de dejarte llevar por lo que es la canción. Y de los 70 está la parte más experimental del rock europeo, el krautrock alemán y el vuelo de cuando llegaron las nuevas tecnologías. Es un rock alejado de la raíz del blues, con progresiones muy largas y un esquema de canción distinto, porque no es verso-estribillo-verso-estribillo, sino que vuela un poco más. De ahí viene la parte más hipnótica y ambiental.

-¿Y lo actual vendría dado por el uso de loops y las nuevas tecn
ología que, entre otras cosas, es lo que les permite sonar como una banda siendo sólo dos?

Claro, es el uso de loops, pero también viene de intentar sonar a nosotros mismos, que somos de ahora, por lo tanto es música actual. Montar una banda de dos personas ahora es más fácil. Existen limitaciones, pero también es algo positivo, porque cuando son dos personas, te concentras en lo esencial. Buscas rellenar huecos, pero muchas veces no puedes, entonces lo dejas crudo y te vas más a la esencia de lo que es la melodía, de lo que es el sonido en sí y el vacío que puede haber en un dúo de batería, guitarra y voz. Creo que Cuchillo hace una música europea, con raíces americanas e inglesas, pero música europea española actual.

-Es curiosa la riqueza que logran entre los dos: melodías revestidas con varias capas de armonías
de voz y guitarra, percusión minimalista pero también envolvente. ¿Cómo hacen para que no se sienta un espacio vacío en el escenario, o para que ese vacío sea un valor?

Creo que el punto es que la canción manda, siempre va a un lugar, y creo que entre los dos lo conseguimos. La parte armónica y melódica, que es la que yo trabajo, con el motor de la canción, que puede estar en las guitarras y las texturas de batería de Dani, funcionan.

Hay músicos que se quieren lucir y te dicen “yo quiero meter este redoble que me sale de puta madre”. Y uno: “pero tío, la canción no quiere ese redoble”. Dani, en cambio, no sólo tiene un oído excelente sino muchísimo gusto. Sus baterías son muy ambientales, con mucha percusión, muchas texturas. No suele haber ritmos clásicos de bombo, charles, caja.

Es una cosa coja, pero en el buen sentido, como puede ser la Velvet Underground, que es sólo un timbal y una pandereta. A veces no necesitas más. La lucha es conseguir un ambiente a partir de esos vacíos. En directo todo es mucho más visceral, te dejas llevar por el sentimiento del momento y por la canción. Realmente en directo es donde más disfrutamos. Al entrar al estudio, depende de cada canción, pero intentamos mantener la esencia de dúo. Lógicamente metemos más arreglos e instrumentos, porque tratamos de forma distinta al estudio y al directo.

-Aunque te remites a la canción, su sonido no se parece al de los grupos pop español actual, ni por la instrumentación, ni por la forma de cantar. ¿Qué buscas con tu voz?


La voz yo la trato como un instrumento más. En la mayoría de los temas hay una línea de guitarra que es la línea melódica, y lo que hago es trabajarla también con la voz. Se crea una especie de dúo entre la guitarra y la voz. Eso me viene, no sólo porque me gusta como suena de esa manera, sino porque en mucha de la música que escucho, Los Beatles y Robert Wyatt, por ejemplo, funciona así.

En la música africana pasa lo mismo. Ésa es mi influencia vocal. Algo parecido sucede con las letras, también están muy ligadas a lo musical. Está el mensaje, pero siempre viene dado por el efecto de la música en mí. Rara vez he escrito una canción a partir de la letra, siempre empiezo por la música.

-La influencia
africana no es tan evidente, ¿qué escuchas de África?

Un montón de cosas. De lo actual me gusta Tinariwen, que es un grupo tuareg asentado en Mali. Tiene un poco la raíz del blues, de la mano de Ali Farka Touré, pero siempre manteniendo ese punto hipnótico, sobre todo en las guitarras. Es una música muy de desierto. Escucho “funk” africano como puede ser Fela Kuti o un montón de grupos de Ghana; había mucha escena en los setenta. Escucho el neo-reggae de la rumba congoleña.

-¿Y de acá de
España?

Mmmm… me gustan algunas canciones de Nacho Vegas. Hay cantautores que me gustan, pero no hay nada que realmente me capture en todos los discos, sino cosas puntuales. En cambio en el flamenco está Camarón o Paco de Lucía; no hay nada como eso. Y luego, más cerca de lo que hacemos, una banda que me gusta y de la cual sí soy muy fan son Los Brincos. Hicieron grandes canciones y sí me han influenciado mucho.

-¿De Latinoamérica?


Conozco cosas, pero sobre todo argentinas y brasileñas. Me encanta Caetano Veloso, el tropicalismo, Os Mutantes, Gilberto Gil, Vinicius de Moraes.

-¡Pero si todo es también de los 60 y 70!


(Risas). Claro, pues de los actuales conozco poco. Conozco de Argentina a Pescado Rabioso, que también es de los 70. De ahora el Kevin Johansen me gusta. Pero bueno, realmente no conozco mucho, y de venezolanos no conozco nada. Seguro tú me puedes ayudar en eso.

-Tus letras son mayormente en inglés. ¿También es por la sonoridad d
el idioma?

Para mí el idioma del rock es el inglés, de hecho la palabra es inglesa. Entonces casi por defecto compongo en inglés. Pero cada idioma tiene su clave. Hay veces en que por sonido me funciona mejor el inglés, y hay veces en que funciona mejor el castellano. Está en función de lo que uno quiere transmitir. Cada lengua tiene sus virtudes. La palabra amor en francés, tiene una connotación mucho más fuerte que love. En “Summertime in Sweden” hay dos versos en sueco. Y ahora estoy trabajando en una canción que posiblemente sea en francés. La lengua es también muy libre para mí.

-¿Cuál es el próximo reto, musicalmente hablando?


El próximo disco es un reto, porque va a ser distinto. Todo está yendo por un camino bastante más experimental. Será más ambiental, siempre con un respeto por la canción y el trabajo en la melodía, por lo que siempre va a estar ligado al rock y al pop, pero mucho más experimental.

No sé si habrá un sonido estrictamente psicodélico, quizá sí porque lo tengo en la sangre. Pero creo que la psicodelia estará más por conectar con el alma en un sentido musical, por dejarse llevar e ir hacia terrenos desconocidos, por experimentar cosas que sólo puedes hacer a través de la música.

Trabajaremos más con las sensaciones, ésa es la parte psicodélica que siempre va a existir, pero lo que viene tendrá un punto más oscuro. También va a ser difícil de catalogar, así que tendré que llevar mi lista de adjetivos para que los pongan en las notas de prensa (risas).

LaDosis #4

Presentada el pasado 14 de junio, ya está rodando por las calles de Caracas la edición #4 de la Revista LaDosis.

Un extenso reportaje sobre la Movida Acústica Urbana, el colectivo de ensambles instrumentales que viene renovando la música de raíz venezolana, ocupa la portada.

También se incluyen en esta entrega una cronología sobre el desarrollo del rock progresivo y sinfónico venezolano; notas sobre el bajista Oscar Fanega y el salsero Gerardo Rosales; entrevistas a Jorge Drexler, Zeta Bosio y la mencionada a Cuchillo, además de reseñas de conciertos, libros y discos, y otros análisis.

LaDosis se consigue gratuitamente en Discotiendas Esperanto, las universidades Católica Andrés Bello, Metropolitana, Santa María y Simón Bolívar, el Goethe-Institut Venezuela, la Alianza Francesa, el British Council, así como en distintos conciertos y eventos.

viernes, 12 de junio de 2009

Sonar 2009: Más cerca de África, más lejos de Latinoamérica


Sí hay algo que llama la atención del cartel del Festival Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia de Barcelona, Sónar 2009, además de la escasez de divas, es la intensísima participación de artistas del Reino Unido y, en general, el perfil europeo del encuentro.

Tal como comentábamos en el anterior post (Sónar 2009: sondea lo emergente y recupera ancla electrónica), este año se ha querido dar palco a artistas emergentes, atendiendo así también a un público que se está renovando y quiere saber de nuevas generaciones de músicos.

La cosa es que, novatos o no, la mayoría sigue proviniendo de mercados asentados, cosa totalmente comprensible y que de cualquier manera no desmerece los esfuerzos por extender las fronteras.

Parece claro que el Sónar quiere ser cada vez más europeo. Aunque obviamente hay una participación estadounidense importante –este año además hubo dos eventos previos en Nueva York y Washington-, en su programación prácticamente la mitad de los artistas –y también del público- es del Reino Unido.

La tendencia es potenciada por el convenio existente entre Sónar y la BBC, con el espacio BBC Introducing, que ubica nuevos talentos para exponerlos en su showcase. Luego, además de los artistas españoles, hay una intervención significativa de Francia, Italia y hasta de los países nórdicos.

Sin embargo, la conexión entre España y Latinoamérica que hubo en algún momento y que en otras ediciones se pudo traducir en cierta representación, ha quedado reducida a una mínima expresión en el Sónar 2009.

En el cartel se incluye sólo a la mexicana Natalia Lafourcade, al colombiano El Santo y al venezolano Cardopusher, por cierto, el único latino que fue destacado en la rueda de prensa de presentación del festival, pero que cuenta con la ventaja de estar radicado en Barcelona.

La representación latinoamericana es tan exigua que, de hecho, sólo se mencionó en una nota de prensa titulada Nuevas Fronteras, que explicaba como el “Sónar 2009 amplia fronteras musicales en un programa que incluye a artistas de Congo, Siria, Sudáfrica, México, Colombia, Angola, Etiopía, Rusia, Venezuela o Singapur”.

Ciertamente resulta loable e interesantísima la exploración del “latido africano” que se comenzó el año pasado, al incluir a artistas como Buraka Som Sistema, que ahora repite, y Konono No. 1, que el año pasado se había quedado varado en Kinshasa, por problemas de visado, y que esta vez sí participará.

A ellos se agrega el jazzman etíope Mulatu Astatké, el nuevo exponente sudafricano del afro-house Culoe de Song y, de Siria, Omar Souleyman, un músico con treinta álbumes explorando la música tradicional, aprovechando elementos contemporáneos.



Sin embargo, resulta al menos irónico que la participación de América Latina haya quedado al mismo nivel de la de países que, más allá de su riqueza musical, históricamente no han tenido el intercambio musical y cultural -entre artistas e industria- que sí ha habido entre España y Latinoamérica. ¿Se ha perdido el interés, los puntos de contacto, o se cree que no hay la calidad suficiente?

Al final, pues, en momentos de integración europea parece que el Atlántico se ha vuelto bastante más ancho que en los tiempos de Colón.

Reseña post festival:

El sondeo al "latido africano" tuvo un éxito rotundo en el Sonar 2009. Al respecto escribimos otro post:

Sónar 2009: Sondea lo emergente y recupera ancla electrónica

Los organizadores siempre han subrayado que el Festival Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia de Barcelona, Sónar, no es un espectáculo de cabezas de cartel. Y aunque en su programa resaltan un par de nombres, la máxima quizá nunca había sido tan cierta como en esta 16º edición, que se celebrará los días 18, 19 y 20 de junio.

De un total de 220 músicos y Dj’s procedentes de 27 países, sólo la pantera negra de Grace Jones brilla como gran diva. Icono fashion, estandarte de la música disco de la década de los ochenta y renovadora del sonido disco-funk, vendrá a presentar su último álbum Hurrican, sazonado seguramente con algunos recuentos.

De una década después, el otro nombre fulgurante es el de Orbital, el grupo más importante de la electrónica de baile ‘noventera’ que, según promete, con un espectáculo lúdico y audiovisual dará un repaso a los grandes éxitos de su carrera. En su tercera actuación en el Sónar, recoloca el ancla en el terreno originario del festival: la electrónica.

En la misma tónica, pero de más reciente data se suman Carl Craig, Jeff Mills, Richie Hawtin y una de las bandas más elogiadas por la crítica y el público, colocándola generalmente bajo etiquetas tipo psych folk o noise rock: Animal Collective.

La agrupación estadounidense que también apela a influencias rock, indie, psicodelia y electrónica vendrá con su Merriweather Post Pavilion, uno de los discos más importantes de este año, en el que mantiene el gusto por la experimentación, el apego al folk primitivo y a las elaboraciones melódicas curiosas.



A partir de ahí el cartel da paso a las “estrellas nacientes”, a jóvenes de rápido ascenso, cuando no figuras totalmente por descubrir.

Por sólo dar algunos nombres: Ebony Bones, para muchos la heredera de M.I.A; el dúo canadiense Crystal Castles; la mezcla acústico-electrónica de Fever Ray; el pop chatarrero del español y ex Tarántula de Joe Crepúculo; más un montón de figuras pujantes del Reino Unido como de Late of the Pier; Micachu and The Shapes; La Roux; y Dan le sac vs. Scroobius Pip.



A todos ellos hay que agregar el componente realmente emergente proveniente de “otras latitudes”; es decir, artistas no europeos ni estadounidenses. Si en otras ediciones se había vuelto la mirada a Asia, en esta entrega África ha ganado representación, tal y como comentaremos en el próximo post.

La mayoría de estos nuevos artistas viene de escenas pequeñas, abriéndose espacios a través de las nuevas redes de comunicación y difusión propuestas por Internet, sin respetar demasiado las convenciones. Incluso está el caso curioso de una exconcursante de Pop Idol, Little Boots, quien fue eliminada después de sólo tres rondas, pero que años después se ha ido haciendo su propio camino por mecanismos alternativos.

Interés, innovación y creatividad fueron los criterios de selección, según aclara Enric Palau, uno de los co-directores del festival. Si el año pasado el discurso tenía tono políticamente correcto, apelando al ‘factor femenino’ y a la interculturalidad -como analizamos en una reseña del Sónar 2008-, en ésta se pretende recuperar el acento electrónico y dar cabida a nuevos talentos. Nada tuvo que ver la crisis, resaltan los organizadores.

Sin embargo, lo cierto es que el presupuesto del festival bajó de más de 4 millones de euros disponibles en 2008, a poco más de 3 millones y medio recolectados para esta entrega, como consecuencia de una disminución de 25 por ciento en el aporte de patrocinios privados.

"En estos momentos las cifras de venta de entradas son las mismas que el año pasado", dicen sus directores, confiados en que la taquilla compensará cualquier contratiempo, ya que "la calidad no se ha resentido".

No obstante, más allá de lo interesante y positivo de ver nuevos artífices, público y prensa han encontrado en esta reducción parte de la justificación del cartel, y de la eliminación de uno de los escenarios de Sonar Noche, así como del espacio Sonar Cinema.

Como contrapartida, los recursos se han redirigido a proyectos que aprovechan el elemento visual, más allá de la sala de proyecciones, tanto en conciertos –Orbital, Moderat, Ryoichi Kurokawa, por ejemplo- como en exposiciones.



Adicionalmente, y quizá respondiendo a ese público que ha ido creciendo –madurando y reproduciéndose- y que ya empezaba a traer a sus hijos al Sonar Día, se creó Sonar Kids, un spin off con pretensiones de independencia, que este domingo 21 de junio se estrenará con conciertos, talleres y actividades plásticas y audiovisuales, para niños y sus padres.

Sónar en LaDosis


Cada año este festival se vende como el encuentro del arte sonoro y visual que captura las últimas tendencias, como dijimos en una nota sobre el Sónar 2008.

No lo es siempre, ni en todo su cartel, pero el discurso ha calado y no sólo en los amantes de la música electrónica, sino también en autoridades y en las más importantes instituciones culturales de Barcelona, que ceden sus espacios por tres días y que, aún con la tan mentada crisis, no han disminuido su aporte en metálico:

El Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), concentrarán las áreas expositivas y los conciertos del llamado Sónar Día; mientras en el recinto de Gran Vía de la Fira de Barcelona, se realizarán las sesiones de Sónar Noche, hasta el amanecer.

A esto se añaden los escenarios para eventos especiales: L’Auditori, donde se realizará un concierto de la banda instrumental BCN216, junto con el músico noruego Lars Horntveth; y el Planetari de CosmoCaixa, donde durante los tres días del festival se dará el espectáculo “Ten Thousand Peacock Feathers in Foaming Acid”, que combina proyecciones a través de lásers y membranas jabonosas con paisajes sonoros.

Serán 71 conciertos y 49 sesiones de Dj, más 25 obras expuestas en Sonarmática. Por allí estaremos y contaremos en un reporte especial para la revista LaDosis.