viernes, 24 de septiembre de 2010

El manifiesto de Pablo Dacal: Asesinato del rock
(A modo de marco teórico del rock latino que saca a la luz el veranito IV)


En la anterior entrega de esta serie sobre el rock latino que se está dando a conocer durante el verano europeo, la cantante Li Saumet afirmaba que Bomba Estéreo, así como otras agrupaciones emergentes de Colombia no estaban haciendo rock.

Cuando le aclaré que hablaba de rock latino en sentido amplio, como un nombre para enmarcar la actual música popular urbana hecha en América Latina, con componentes rock y pop, en todas sus vertientes y ramificaciones, pero reapropiados y enriquecidos por elementos foklóricos y populares de la región, nos reiteraba: “ya no es rock” y hasta prefería ser catalogada con la también esquiva –y hasta subestimadora- etiqueta de world music.

Como periodista, investigadora y promotora cultural muchas veces me he tenido que enfrentar a lo limitativo y equívoco de rótulos como rock, pop, world music, músicas del mundo, indie, alternativo, étnico y tantas más.

Como al final lo que me interesa es el concepto de creación más allá de las etiquetas, recordé un manifiesto que en 2006 publicara el músico argentino Pablo Dacal, que ahora comparto a modo de marco teórico y conceptual de lo que creo debe ser la creación –y apreciación- musical: la que parte de una sensibilidad inquieta y echa mano  de todo lo que necesite, sin ascos ni miramientos, para poder expresarse.

Asesinato del rock
  1. El rock ya no nos representa sino en parte, como el tango o la música romántica. Algo de nosotros puede ser dicho en sus términos, pero son géneros que representaron la experiencia de generaciones pasadas, no la nuestra.
  2. El rock, al integrarse en todas las escalas del sistema de vida imperante, muere como canal de ideas nuevas y ocupa el lugar de la crítica dentro de la estructura del poder. Es otra oferta del discurso oficial, y atacarlo desde el Estado es parte del juego dialéctico. Creer que aún guarda algún poder de transformación es ingenuo y conservador.
  3. El rock es antropofágico, y al ocupar socialmente el rol de música juvenil no permite ser desplazado. Quien tenga ideas nuevas deberá ser ingerido o pasar a la clandestinidad.
  4. El rock, como todo género envejecido, añora su vitalidad original y vive enamorado de su pasado. Se expresa en el gesto de su juventud triunfante a través de la mirada pop. Creer que lo hace a través de la sexualidad o la violencia es falso: todos los géneros expresaron su propia sexualidad y violencia.
  5. A través del pop hablan los arquetipos de la sociedad espectacular, utilizando ciertos géneros del siglo pasado, como el rock o el cine.
  6. El mercado del rock oculta a la novedad proponiéndose como lo siempre nuevo. Decir que ya todo está realizado es parte de su truco: lo que ha sido hecho es solo lo que ha sucedido, lo nuevo esta por hacerse y no tiene nombre.
  7. Te sedan con sexo, drogas, rock y tecnología.
  8. Géneros como el rock pueden ser interpelados, disfrutados e incluso desarrollados mediante la tradición, pero el placer o el desarrollo de una tradición no tienen que ver con la construcción de ideas nuevas.
  9. No se trata de fusionar o poner en tensión géneros y estéticas del pasado, si no de utilizarlos como herramientas para que aflore nuestra sensibilidad. Las rítmicas, los colores, el sonido, la armonía y la estructura compositiva que conocemos son instrumentos que una nueva idea puede requerir, o no.
  10. Las vanguardias realizan una lectura pretendidamente novedosa sobre los géneros e ideas instituidas en un momento determinado. Los movimientos genéricos, en cambio, surgen tras una verdadera ruptura con lo establecido y dejan el dibujo de una nueva moral, pudiendo o no generar moda.
  11. Para encontrar lo nuevo hay que atreverse a no formar parte de la sociedad artística imperante. Si no hay sitios donde mostrar ni medios que nos comuniquen, deberemos inventarlos. Hacer sin dudarlo, como un acto de fe.
  12. En la reacción que la obra genera está el norte de nuestro movimiento: solo hay que saber oírla.
  13. Una nueva sensibilidad no encuentra la manera de expresarse física y espiritualmente con facilidad.
  14. La canción y la historieta son las formas narrativas de nuestro tiempo, cargan con la herencia secreta de la poesía y la tragedia, y continuarán existiendo cuando todo estalle.
  15. El mundo tal cuál lo conocemos vivirá probablemente mucho menos de un siglo. Nuestra música, al igual que nuestra vida, debe dejar de relacionarse con temporalidades ficticias como el futuro o el pasado para enfrentar lo actual en toda su crudeza.
  16. Cantamos nuestro idioma y vivimos nuestro sitio.
  17. No nos alcanza el tiempo.
Pablo Dacal. Rosario - Buenos Aires, Argentina. Diciembre de 2006

Sí, ya no nos alcanza el tiempo, y no es que el tema se acabe aquí. Sirvan estas líneas para echar a andar la reflexión, que en otro momento retomaremos. 

Ilustración: "Nombres propios" de Liniers.

(Esta nota es la cuarta entrega de una serie sobre rock latino que se está conociendo en España y Europa, durante el verano de 2010)

domingo, 12 de septiembre de 2010

Bomba Estéreo: Electrocumbia psicodélica
(Rock latino que saca a la luz el veranito europeo III)


“No hacemos rock, ni electrónica”, nos advirtió suave, pero tajante la vocalista de Bomba Estéreo, Li Saumet, justo antes de subir al escenario del Sonar de Barcelona, donde minutos después se impondría definitoria:

“¡Y grita fuego!, mantenlo prendido, ¡fueeeego!, no lo dejas apagar”, cantaba cual arenga, contoneándose sobre un buffer. Y hasta los más ‘modernitos’ de este festival de electrónica –“música y arte de avanzada”, según dice su nombre-, no pudieron evitar que sus caderas intentaran menearse siguiendo su sinuosa psicodelia: un exuberante cruce de dub, reggae, rap y toques de electrónica, con cumbia, champeta y otros ritmos folklóricos colombianos.


Y la cumbia acalambró el Sonar”, tituló El País, declarándolos triunfadores de la jornada diurna. “Los colombianos Bomba Estéreo se ganaron el escenario grande con su cruce de modernidad y soltura caribeña, con cita a un tórrido ritmo de Cartagena de Indias conocido como champeta criolla”, remató la revista RockDeLux.

Tal como ocurrió el año pasado con la representación africana en el Sonar, en este espacio ultramoderno y eurocentrado, no fueron los beats más electrónicos y machacantes los que terminaron de conducir al trance, sino sinuosas cadencias esenciales.

La euforia tuvo su toque primitivo, su pringue de sudor y adrenalina como de desmadre por los bajos fondos. Pero ahí estaba precisamente la incandescencia de su sonido, la fuerza desinhibidora de un beat atávico, un pulso primordial que fluye y se entremezcla con lo urbano, recordando de un lado a la Mala Rodríguez o a M.I.A.; del otro, a la folklorista Totó la Momposina y Calle 13.

Con una una impresionante fuerza escénica, la mezcla, generalmente enmarcada dentro del llamado electrocumbé (electrónica + cumbia o merecumbé), ha sido igual de explosiva en cada lugar donde se ha presentado: del Latin Alternative Music Conference de Nueva York y el South by Southwest (SXSW) de Austin, al Womex de Copenhagen, el Sónar de Barcelona o la Mar de Músicas; de China y Japón hasta Brasil y México.

El video de su presentación en México es un poco oscuro y lejano, pero capta su fuerza escénica

Creada en 2005, se ha convertido en una de las bandas latinoamericanas con mayor proyección internacional -junto con Choc Quib Town, de quien hablamos en un anterior post-, siendo una de las cabezas más visibles del  movimiento de nueva música colombiana, que viene actualizando la inmensa gama de ritmos autóctonos, a partir del jazz, el rock, el hip hop y la electrónica.

Durante este mes de septiembre iniciará la grabación de su tercera placa, a publicarse en 2011, luego de Vol. 1 (Polen Records/ Nacional Records, 2006) y Estalla (Polen Records, Nacional Records, 2008), recientemente editado en España por BOA-Altafonte / Música es Amor Records.

Presente en el Top 10 Latino de ventas por iTunes, fue reconocida como “best new band in the world” por el programa MTV Iggy, para cuyos fans acaba de grabar un concierto exclusivo. A finales de octubre, estará por segunda vez en el Womex, para volver a España con varias presentaciones en el mes de noviembre.

Esperando su regreso a Europa, entrevistamos para la revista RockDeLux a sus líderes, Simón Mejía (bajista y arquitecto de su peculiar sonido) y Li Saumet (vocalista y letrista). Nuestra entrevista y reseña completa saldrá en la próxima edición de RockDeLux, pero a modo de abreboca, aquí incluimos parte del diálogo con Li Saumet.


-En Colombia, durante los últimos años, se ha creado toda una movida de renovación y revisión de ritmos folklóricos a partir del jazz, el rock, la electrónica… ¿Cómo definirías la fusión de Bomba Estéreo?
-Es un momento clave para la música colombiana. Hay toda una nueva generación de músicos que vienen experimentando con ritmos nuestros, mezclándolos con hip hop y otras corrientes. Bomba Estéreo es una de ellas. Y básicamente es el resultado de lo que somos. Mitad de la banda, es decir, Kike Egurrola (batería) y yo somos de la Costa Atlántica, de Santa Marta, del Caribe Colombiano, donde se escucha mucha cumbia. Le damos toda esa parte del beat afro y el canto. En cambio, Simón (bajista) y Julián Salazar (guitarra) son de Bogotá y Pereira, cerca de Medellín, dos ciudades en la montaña. Cada uno, con su personalidad y todo lo que tenemos en la cabeza, la herencia que tuvimos desde chiquitos, más lo que adquirimos de grandes, hacen esta mezcla bien interesante entre cumbia, champeta, reggae, música electrónica, hip hop y rock.

-Musicalmente ¿qué tienen la cumbia o la champeta que las haga idóneas para adaptarse al hip hop y la electrónica?
-Es el beat afro. Toda esa música folklórica colombiana viene de una tradición africana, indígena. Es el núcleo de toda la música bailable del mundo. Al hip hop le puedes meter casi cualquier cosa. La música electrónica es bailable, la cumbia también. Con ambas a la gente le da ganas de moverse como en un trance. Así que se ligan muy bien, porque rítmicamente tienen cosas en común, y llegar a ese punto de fusión fue algo que pasó naturalmente. Fue como agarrar el chinquichichinkin, chinquichichinkin de la cumbia y subirlo a ¡chinquitipátipá! ¡chinquitipátipá!


-¿Qué les motivó a retomar la cumbia y qué le aporta el hip hop y la psicodelia a esa renovación?
-Es que a Simón y a mí, a todos, nos gusta mucho la música folklórica. Para nosotros es algo natural, algo con lo que crecimos y que tenemos bien codificado en la mente. A eso se agregó el hip hop y otros ritmos urbanos cuando fuimos creciendo, y a estas alturas no podríamos hacer otra cosa. La cumbia y la champeta, mezclada con el hip hop y la electrónica, es lo que teníamos y lo que conocemos. Nos sale natural. Lo interesante es que ese folklore que nos gusta, normalmente era tomado como música para los señores, los abuelos, los tíos. Se veía como algo estancado. Ahora, en cambio, mezclándolo con cosas que también nos gustan, adquiere un lenguaje más fácil para los jóvenes, se ha convertido en una nueva música colombiana.

-¿Se ubicarían dentro del llamado electrocumbé?
Sí, bueno, nosotros lo llamamos más ‘electrovación contestatario’ o la ‘elegancia tropical’. Es difícil enmarcarlo dentro de un género, porque son músicas que tienen tantos elementos que cualquier nombre se queda un poco corto. 


-Dentro del rock latinoamericano ha habido como oleadas de proyección. Primero fue el empuje inicial Argentina con Charly García, Fito Paez, Luis Alberto Spinetta; luego repuntó México en los 90, con Café Tacuba, Molotov, Control Machete, etc.  ¿Crees que ahora con Bomba Estéreo, Systema Solar, Sidestepper, Choc Quib Town y tantos otros, Colombia podría estar protagonizando una nueva ola? ¿Hacia dónde crees que va el rock latino? 
-Lo que pasa es que ya no es rock. Creo que por primera vez se está creando realmente música latinoamericana y no rock. Puede que uno tenga influencias, pero lo que hacemos ya no es rock, porque estamos retomando nuestras raíces, mucho más bailables y tropicales. 

-Hablamos de rock latino en sentido amplio, como una etiqueta enmarcar la actual música popular urbana hecha en América Latina, con componentes rock y pop, en todas sus vertientes y ramificaciones, pero reapropiados y enriquecidos por elementos autóctonos o provenientes de la cultura popular latinoamericana. En ese sentido, ¿no crees que México, por ejemplo, sí ha logrado crear un sonido propio, integrando precisamente ritmos folklóricos como ahora lo hace Bomba Estéreo?
-Sí, lo que pasa es que es al revés de lo que ocurría hace 20 años con el rock. Antes nosotros tomábamos lo que nos daban de afuera. Ahora Latinoamérica está sacando cosas. Músicos y dj’s europeos y estadounidenses están metiendo cumbia, champeta, reggaeton y otros ritmos nuestros en sus sesiones. A los folklóricos puristas les puede sonar muy raro. Pero al común de la gente, le suena bien. Los jóvenes están rumbeando con músicos colombianos, escuchan su propia música, sin que sea el folklore de los abuelos o de sus papás. En los noventa, la música joven latinoamericana estuvo marcada por el rock. Ahora, con esta oleada de músicos, con nosotros, con Calle 13, con Choc Quib Town, se siente más latinoamericano y menos anglo.

Manteniendo a raya las etiquetas –que a fin de cuentas el rock nació mestizó, el rock ha muerto y qué viva el rock-, el próximo 30 de octubre Bomba Estéreo actuará nuevamente en el Womex, y volverá a España durante el mes de noviembre: jueves 4 en Madrid (Caracol), viernes 5 en Granada (Planta Baja), sábado 6 en Sevilla (Malandar) y miércoles 10 en Barcelona (Apolo).

La entrevista y reseña completa saldrá publicada en la edición de octubre de la revista RockDeLux.

(Esta nota es la tercera entrega de una serie sobre rock latino que se está conociendo en España y Europa, durante el verano de 2010)