Antigua urbe romana, medina árabe y capital de la marca superior de Al Andaluz, así como cabecera de un reino, Zaragoza es un destino turístico poco obvio de la España actual.
Pero si antes acogió a cuanta cultura pisó la península ibérica, hoy es una interesantísima alternativa para escabullirse, tanto de las controversias políticas de Venezuela, como del ajetreo madrileño.
Capital de la Comunidad Autónoma de Aragón, se jacta de quedar a trescientos kilómetros de todo; a 325 de Madrid, 296 de Barcelona, 324 de Bilbao y 326 de Valencia. En fin, a unas tres horas en tren de las principales ciudades, y gracias a una relativamente nueva ruta del AVE, a sólo poco más de una hora del primer suelo español que se toca partiendo desde Venezuela.
Aunque no está entre los destinos turísticos principales de España, se trata pues de la cuarta provincia de mayor tamaño, pisada desde hace desde hace más de dos mil años por casi cuanta cultura haya pasado por la Península Ibérica.
Al sur del río Ebro, fue la única en hospedar a las poblaciones vascona, ibérica y celta, para luego erigirse como la romana Caesaraugusta; como la musulmana Medina Albida Saraqusta o Sarakosta, capital de la marca superior de Al Andaluz; y, desde el siglo XII, como la Zaragoza cristiana, cabecera de un reino y luego una corona, que extendió sus territorios por todo el mediterráneo.
Como ciudad de más de 600 mil habitantes, cuenta con todas las ventajas de una gran urbe: comunicaciones, grandes comercios –con precios más ventajosos- teatros y cines –se encuentra a la cabeza en asistencia de España–, interesantes posibilidades de ocio y disfrute de la cultura contemporánea –es el hogar de varios artistas del rock pop español actual, como Bunbury y Amaral- y una muy buena oferta de hospedajes.
Pero si lo que se desea es escapar y se cuenta únicamente con un par de días, es preferible concentrarse en el casco histórico, que se extiende desde el río Ebro hacia el sur en todas las direcciones, a partir de las calles que fueron los centros de Caesaraugusta.
De cada Zaragoza superpuesta a la anterior, quedan huellas en la arquitectura de calles y edificios, que interminables trabajos de restauración –en algunos casos de varias décadas- mantienen en pie para mostrar todas las historias de una ciudad bimilenaria. En próximas entradas iremos internándonos en cada una de ellas.
2 comentarios:
amplio el rango de este blog, salud por eso...
por cierto, me vino inmediatamente a la mente el comentario de un alumno que me dijo en diciembre, al comentarme sobre la ciudad: "el problema es que los maños son guarros"...
que sigan los destinos turísticos
j.
un bastión de los celtiberos. estuve en zaragoza el año pasado, a veces siento deseos de que vuelva a detenerse mi tren en zaragoza; de internarme en ella como el personaje de bowles en” bajo el cielo protector” ( “refugio para el amor” (bertolucci)-; y, esperar que los adobes dorados que dibujan sus laberintos se derrumben, me sepulten, me dejen a la vuelta de una calle; pero no sucede nada; nada suele suceder sino la muerte; es imposible ser atlas en zaragoza; sólo hueso y polvo, o cenizas; lodo claro del primer día de la creación; es imposible echarse la heterogénea complexión de la ciudad sobre las espaldas; factible es, volver al andén de zaragoza, una ciudad perdonada porque siempre hay una mujer buena - compréndase en su acepción divina, entiéndase en su giro profano; entiéndase también, en el complejo significado agnóstico, no contingente y un pelito místico.
En verdad me disfruto este blog,
saludos
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